miércoles, 30 de mayo de 2007

+ PINTURA



A punto de inaugurarse la feria Loop en el hotel Catalonia Ramblas de Barcelona y cuando el festival en museos y galerías ya hace días que está en marcha, en pleno bucle videográfico, videaoartístico e incluso videodecorativo, nos vuelven a aparecer los cuadros de los que todavía no hemos hablado y que siguen colgados, impávidos, en su impoluta sala. Nos apetece, pues, rizar el rizo (to loop the loop).

Los cuadros de Wilhelm Sasnal llevan colgados desde hace tiempo y hasta el día doce de junio en la llamada sala Montcada de Caixaforum. Un nombre evocador, si cabe. En la sala antigua de la calle Montcada, la original, vimos hace trescientosmil años las primeras postales de Perejaume, aparatosamente colocadas en un expositor (un expositor de postales, giratorio), y conocimos a Perejaume y creo recordar que poco más. Aunque en ese espacio fuimos viendo cosas estupendas, cosas que luego ha habido que recordar y con algunas presencias, esporádicas, más que prometedoras y, ya entonces, espectaculares.

Pero el espacio de Caixaforum sigue siendo complicado. Hay que subir dos pisos o coger un ascensor para acceder a una sala tímida, oficinil, iluminada no se sabe cómo y de una frialdad que espanta: por lo pequeña, que no recóndita, por lo evidente, que no limpia. Aunque a lo mejor no es tan importante.

Ahí estaban los cuadros de Sasnal, la gran esperanza blanca de la nueva pintura polaca. Habíamos visto, reproducidos, alguna foto intervenida y algún cómic, todos estupendos, sobre todo alguna de las fotos. Pero hasta el otro día no nos enfrentamos (que es una manera de hablar) con los cuadros. En un silencio casi burocrático y con una guardesa uniformada que no pestañeaba, difícilmente aupada en un taburete negro un poco burdelesco (el taburete, no la actitud). Los cuadros nos gustaron, con un discurso que la comisaria del ciclo “Escenarios” al que pertenece la exposición, Silvia Sauquet, se empeña en que sea narrativo (no lo es) y ambiguo (eso habría que verlo). El discurso, que lo hay, es mucho más fotográfico, de “instantánea”, que narrativo. Y en absoluto literario. Incluso el cuadro está “poco pintado”, casi sin materia, y encuadrado pero recortado. La mayor parte de las veces. Y la ambigüedad y el tema “boy scout” pues está como de soslayo. Y no es importante. Se trataría de una serie, que no sabemos si es más amplia, de “instantáneas vividas” o algo así. Con pantalón corto pero nada más.

La cuestión es que el pintor, sin sorprendernos en absoluto, no mostró un lado amable de su vida pero tampoco el lado desgarrado ni mucho menos el “dark side”. Pintó porque le gusta, y eso se ve, y no porque sabe hacerlo, que también. La no-amabilidad está en la función, precisamente en la no-función del cuadro. Aunque Saatchi lo tenga (o lo tuviera) colgado sobre la chimenea, que seguramente que no, no funcionaría nunca. Se trata de páginas de un cuaderno aunque sean cuadros acabados y no apuntes. Cuadros para ver en serie, para recordar, pautas, vamos.

Más (+) pintura en tiempos de ira (desatada), de avaricia (sin contención) y de lujuria, poca y mal administrada.

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