Soy bastante aficionado a la novela negra, a la clásica y preferentemente a la europea. Mis debilidades oscilan brevemente de tía Agatha al viejo Georges y les tengo dedicados una estantería propia, un mueblecito largo y estrecho pero bastante feo, Simenon encima y Agatha Christie debajo. ¡Qué le vamos a hacer!. Y ahí conviven, en tropel, desde gastadísimas ediciones compradas en las espléndidas y extintas Librerías de Ferrocarriles, con su sello alargado, hasta cosas más primorosas y alguna rareza.
En un canal de televisión catalán privado, el Canal 8, que es del grupo Godó, del señor conde, y al que también soy bastante aficionado, emiten repetidamente las series inglesas del Inspector Poirot y de Miss Marple, muy bien realizadas, muy cuidadas y que a veces veo repetidas, aunque casi nunca las acabo porque a la vez estoy leyendo, me distraigo y porque, además, ya sé quién es el asesino. El capítulo de ayer noche de Miss Marple ocurría durante el Sputnik Day, y se nombra varias veces, que según Wikipedia fue el 4 de octubre de 1957, el día del primer lanzamiento del satélite por los rusos. Me encanta la denominación de satélites artificiales, el MG rojo de uno de los protagonistas, el juego de te victoriano de Miss Marple y los palos de golf del ama de llaves aunque el asesino me de igual. A estas alturas.
El propietario del MG descapotable, uno de los hijos de una familia aristocrática, era pintor y acudía al cottage desde Ibiza, donde vive. Su hermana enseña su habitación al ama de llaves, recién contratada, que admira los cuadros.
-Muy bonitos, dice Cornelia.
-Son de mi hermano cuando era joven. Ahora pinta cosas abastractas, como todo el mundo.¡Ya está!. En una frase, antes del MG rojo, de los periódicos con la noticia del Sputnik, incluso del sombrero del inspector, el realizador nos da un dato preciso para situarnos a finales de los años 50. Que seguramente estaba en la novela. Pero que sólo unos años después tiene sentido. ¡Abstractos!. Cuadros que no se verán pero que parece que se huelan.
Una bobada, seguramente, pero me quedé con ganas de más, de romperle una taza a la señorita Marple, de viajar a Ibiza en 1957, de curarme de este frío que me tiene acongojado.
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