sábado, 21 de noviembre de 2009

SOLEDAD NO SÓLO ES NOMBRE DE GALERISTA

Hace unos días (siempre de todo hace unos días) anunciaba, y anunciar es un decir, que íbamos a estar en el DA2 de Salamanca , invitados por Arte10, a hablar un poco de todo esto. Efectivamente. Estuvimos en Salamanca y no hablamos ni de pintura ni de pintores pero sí de blogs ( de éste, de aquel, del otro), de galerías, de museos, de ferias (de la “única” feria) y poco de los pintores. Pero bueno.

Javier Panera, el director del DA2, marcó la pauta, y de qué forma, y consiguió encandilarme con su manera de hacer, con sus gestos y con su encanto. Que lo tiene, y mucho, que sabe muy bien lo que hace y que no lo hace porque sí. Tiene un hermoso museo en las manos y junto a Rafael López Borrego guisan y dan de comer a esta jauría que muchas veces (yo mismo) habla por hablar y ni ven las exposiciones. Mea culpa, culpa pública y absolución improbable.

En la católica España casi nadie anda ya libre de pecado aunque Fernando Castro, beatus ille, se atempere en ABCD, se case con unos cuantos (la crítica de hoy de las exposiciones de Carlos León no tiene pérdida: ¡buscadla!) y dé de merendar pan con chocolate cuando nos tenía acostumbrados a bacalao al pil-pil y a gintonics al anochecer. Cosas de los tiempos, seguramente, que siempre son más aciagos de lo que nos merecemos.

Así pues vuelta a la soledad de uno, que como todo el mundo sabe es una soledad a medias. Media soledad, vamos. Pero, lo que son las cosas, me siento tan a gusto.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

VELAD Y ORAD


Hace unos días hablaba largo aunque no tendido sino más bien a trompicones (buenos y hermosos, sin embargo) con un conocido matrimonio de galeristas patrios sobre lo divino, sobre todo, pero también alrededor de lo humano, de la caridad, de la pompa, de la circunstancia y, al final, del trapicheo.

No llegamos a ninguna conclusión, ni falta que hacía, porque no se trataba de concluir sino de discurrir. Y así lo hicimos, y creo que bastante bien, transitando por este aciago mundo con dos botellas de cava y un platito de anacardos. Y eso que eran las once de la mañana.

Volvimos a hablar de ARCO. De ese ARCO que hasta necesita de una muletilla geolocalizable para llamarse ARCOMadrid, de esa feria que ha oxidado sus propuestas hasta la ridiculez. Que ha titulado en inglés hasta los lavabos, que se sigue haciendo querer y desear como si se tratara de unas oposiciones a un concurso herrumbroso, como las lanzas de Juan Benet y, de paso, las de ese señor de La Coruña.

No me gusta que sea noticia, si es que lo es, que Helga de Alvear y Pepe Cobo renuncien a sus stands y se refugien o se resuman o vete a saber, en el llamado “Solo Projects” , y que luego venga a decir la señora Fernández (doña Lourdes) que “me quedé helada cuando me enteré”. ¡Válgame Dios! ¡Cuantas bobadas! Qué ganas de perder el tiempo y de hacérnoslo perder, el tiempo y hasta las ganas de trabajar, a los demás.

Si resulta que va a tener razón uno de mis amigos. A las talibanas de don Eduardo Arroyo (él las bautizó así, gloriosamente) por lo menos se las veía venir. A la señora Fernández no hay por dónde cogerla. Y ya se sabe que pájaro en mano vale más que cien galerías (noventa extranjeras, diez españolas) volando.

N.: La ilustración corresponde al cuadro La Oración en el Huerto, de Andrea Mantenga, que está en la National Gallery.

martes, 10 de noviembre de 2009

REDES DE ARTE

EnlaceHace tanto tiempo que no me asomo a esta ventana que casi me da miedo. A caerme. A lo mejor a precipitarme, también, a uno de esos vacíos que intentamos llenar con el teclado, la pantalla, el ser y la nada. El haz y el envés de mi atropellada existencia que prefiero que de momento siga siendo virtual. Es un decir.

Acabo de leer que Robbie Williams se confiesa ferviente católico, o algo así, “tras navegar varias horas por Internet”. Hélas!. Ni telepredicadores ni misa de doce ni siquiera un encantador director espiritual: ¡la red!.

Lo real, pues, superado por lo virtual. Que no es mala cosa sino todo lo contrario. Ahora mismo llevo, por motivos profesionales (hélas!) sentado al ordenador desde hace dos horas. He bajado a tomar un café a mi meeting point preferido y me ha cegado la luz de la calle, el discreto bullicio, hasta el sol mortecino de noviembre. Vivo en una calle antigua de un barrio antiguo de una ciudad más antigua todavía. Por mi calle no pasan coches, apenas hay niños (los niños viven con sus padres en las urbanizaciones de las afueras), los curas van vestidos de paisano, el señor Arzobispo sale poco (aunque va a la misma barbería que yo) y para colmo ya hace tiempo que las meretrices dejaron de trotar por estas esquinas. No hay aceras, poco ruido y un acceso medianamente rápido a Internet. Por eso esta mesa y esta habitación del siglo XIX parece una celda ¡conectada a la red!. Y a veces me asusta la calle.

También por eso, y por otras cosas, el sábado voy a estar en Salamanca, invitado por los gestores de Arte10, a charlar de todo esto en el DA2. A vernos las caras. Y lo que más me gusta es que sea en una ciudad antigua, para estrechar lazos, tender redes y hablar de cuadros y de pintores, que me parece que es lo único que sé hacer. Ni bien ni mal.

N.: La ilustración corresponde al cuadro El pescador y la sirena, de Frederick Leigthon, al que ya se ve que no le ha hecho falta una red. O a lo mejor sí.