Da la sensación (me da la sensación) de que sólo me pongo a escribir en el mes de febrero y sobre todo después de ARCO. No es que ahora tenga muchas ganas (he tenido un día tremendo y se me ha hecho tarde) pero el tema me pone, el mes, febrero, me gusta, y es como si me hubiera matriculado para unas oposiciones y no me hubiera presentado al examen. Manolo Quintana me entiende y alguno (y alguna) más. De ésos que dicen que no leen pero que luego largan como cotorras.
Total, que me pongo a escribir porque estoy cansado y me sale el título (lo primero, siempre, es el título) y ahora resulta que me estoy acordando del pobre Antonio de Senillosa, que no tiene nada que ver con todo esto pero que siempre me pareció un tipo fantástico. El 23-F, lo contó después, cuando los tejeros les dejaron, por fin, sentarse aunque con las manos visibles (”esas manitas…”), don Antonio empezó a garrapatear unas notas en su cuaderno. Un guardicivil le miraba, avieso, e incluso le llegó a preguntar qué andaba escribiendo. Senillosa le dijo que “impresiones”. El guardiacivil torció el gesto y acarició el gatillo, seguro de sí mismo, pero ni miró el cuaderno de notas. “No son hombres de letras, claro”, apuntó el diputado, y siguió escribiendo. ¡Lo que daría por leer una de esas notas, si es que existen!.
Pues en los pasillos de la Feria de la Fortuna Variable me pasó algo parecido, dicho sea con todos los respetos y salvando absolutamente las distancias. Enormes. Andaba yo anotando vete a saber qué bobada sobre un dibujo de Torres García (luego lo taché y ahora no lo entiendo) y un empleado de la galería, no el dueño, me miró despectivo y no apretó el gatillo porque no tenía arma (visible) ni tampoco por qué. Vio que escribía, perfectamente, e incluso mi acreditación que ondeaba algo confusa entre la bufanda y el cuello del abrigo. Pero no puedo adivinar qué es lo que no le gustó: mi aspecto, mi bufanda (gris, bastante bonita) o mi moleskine sobada.
Estuve a punto de preguntarle el precio (luego los supe y no era para tanto) o la marca de su colonia o si realmente le molestaba, como al guarciacivil, la letra.
Tienen suerte los ágrafos. Con una sonrisa, un guiño o un arma bien puesta tienen bastante. Puta envidia.
2 comentarios:
Manolo querido : Yo pensaba que todos los días del año era feliz con mi gente, pero que cuando llegaba mayo me iba cambiando el ambiente, me ponía mi sombrero, me colgaba la medalla y me iba a tragar el polvo que va dejando la raya. Pensaba que solamente había una romería y una blanca paloma y ahora veo que cada cual tiene la suya, con sus hermandades y sus sinpecados. Me va bien que me la cuentes y que te cambie el ambiente en febrero (esto son dos meses antes. Qué envidia). Y otra cosa, la foto te sale antes o después del título, o el título te lo da la foto.
Me ha gustado mucho (me ha encantado) lo de que cada cual tiene su romería. Es cierto, querido Anton, peregrinamos a donde podemos (o a donde nos gusta aunque no nos lo creamos del todo), pero he cambiado de Hermandad (la antigua fue de mucho sufrir) aunque el sinpecado lo sigo bordando un poco más cada noche, a ver si no se acaba nunca.
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