Noviembre es un mes dado a la reflexión, un poco a la autocrítica y otro tanto a entonar un cierto mea culpa al compás de la procesión de las Ánimas o al menos de esa cantata tan conocida de Bach, que está más a mano. Así me lo enseñaron y así lo practico, en silencio y con una actitud un pelín mística.
La temporada ya está más que empezada, la gente en verano, por lo menos fuera del palacio de la Magdalena, se dedica a beber caipirinhas, a leer novelas policíacas y a no echar demasiadas cuentas (ni a hacer ni a echar) y luego pasa lo que pasa. Pero hay alguien que sí lo tiene claro, y lo digo muy en serio. Por lo menos hay dos que lo tienen claro, que saben lo que dicen, que dicen lo que saben (y se callan lo callable) y lo publican y a mí me da entonces la sensación de que no todo está perdido, de que el yermo patrio no es tan yermo (ni tan patrio) y que vale la pena seguir en este tendido, el tendido de sol, a ver, a aplaudir, a pitar, a echarle leña al fuego, más, a capear el temporal (menos) y la mayoría de las veces sin cobrar. Es decir, pagando.
Los dos tipos que lo tienen claro son Manuel Borja-Villel, el director del Reina Sofía, y Fernando Castro Flórez, crítico y lo que le echen. Que suele ser mucho. Ayer Laura Revuelta publicó una buena entrevista a Borja-Villel en ABCD que resulta bastante esclarecedora, que me pareció y me sigue pareciendo limpia, medida (que no comedida) y sobre todo inteligente. Inteligentes las respuestas, claro. Sólo estoy en desacuerdo con una frase, “una obra de arte nunca puede ser una ilustración” porque sí, porque puede “ilustrar” un texto, una partitura o incluso un pasaje fílmico e interactuar: el texto, el film o la partitura ilustrarían a su vez a la obra pictórica, escultórica o lo que sea e incluso el contenedor de esa obra (los frescos de la capilla Sextina o los personajes de Juan Muñoz) les da sentido, la “explican”, y no lo tendrían, ese sentido, fuera del contexto. Pero ese es otro asunto y además Borja-Villel no quería decir exactamente eso.
A reflexionar, pues, y me lo digo a mí mismo, que no soy disc-jockey ni de mi propia cocina.
N.: La fotografía es de José Ramón Ladra y aparece en www.nortecastilla.es.
4 comentarios:
Estamos subiendo peldaños. “Una obra de arte es importante cuando nos deja perplejos”. Y la memoria, qué es la memoria y como se organiza ¿es un gran cementerio?, como leía ayer en un libro de gente que escribe libros.
Me pregunto qué es el arte moderno ¿el arte actual?, ¿el que se hace ahora?, en qué lío me he metido, voy a dejarme llevar por Noviembre pero estaré atento para ver si veo.
Tu, sigue haciendo de disc-jockey, como hasta ahora, y como dicen muchos, felicidades por tu blog.
Gracias por tu felicitación, que supongo que buena falta me hace.
Por otro lado lo que sí me deja perplejo no es la obra de arte en sí, que también, sino los vaivenes a las que las someten algunos directores de museos. Sacar a pasear "Los fusilamientos del 2 de mayo" o ponerle, como hicieron, "adornos" a la obra de Twombly no sirve para nada. Seguramente la memoria de la pintura, no la pintura de la memoria, es un gran cementerio, seguramente, pero los cementerios son bellos y desde luego que su antónimo no son las discotecas.
También, una vez más, estoy de acuerdo con aparis, en especial por las felicitaciones, del blog y de noviembre.
Sobre el arte que hoy se hace, recomiendo conocer la opinión de todo un conaisseur, de un señor, del sobrino de Laura de Noialles, que se ha ganado la vida durante más de treinta años dirigiendo el Met. Y si os sumaís a ella seremos, como siempre, pueblo, más pueblo enteradillo!
Nené, no me atrevo a hablar de los directores de museos, centros de arte y fundaciones españolas porque luego sale el imbécil de turno que dice que soy un resentido y que cometo faltas de ortografía y cosas por el estilo. No me atrevo porque, en el fondo, me lo quiero pasar bien aunque suelo estar muy cabreado. Bastante, por lo menos.
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