lunes, 24 de marzo de 2008

CLAUDIO RODRÍGUEZ



He estado unos días en Zamora cumpliendo, seguramente, con mi deber. Me he paseado mucho pero he tenido que esperar hasta el Sábado Santo para que abrieran las tiendas, algunas (tres) preferidas y otras (dos) por preferir.

Entre las primeras está la librería Semuret, en la Rúa de los Notarios, algo complicada pero llena de recovecos, de novedades locales y de alguna sugerencia más. Y entre las nuevas apareció una librería pequeña, que no conocía, bautizada con el nombre del propietario, Miguel Núñez, y que está en la calle de la Amargura, en el ensanche, entre las dos avenidas, la de Requejo y la de las Tres Cruces. Entré a curiosear y me sorprendió el orden, escrupuloso, el aseo y hasta diría que la higiene.

En los anaqueles sin rotular en los que descansaban los libros de poemas apareció primero la reciente antología de Pedro Garfias, Alas del sur, en la preciosa edición de Renacimiento de Sevilla, tan pulcra, con esa tipografía años 20 en negro, gris y carmín, tan suave y tan intensa. Cantos a los milicianos del sur, a las Brigadas Internacionales, a Federico, llantos ya en Eaton, recién exiliado (“Pulsan las finas cuerdas del silencio / tus voces y los pájaros locuaces…”), recién desterrado como escribe el cronista.

Casi al lado estaba Claudio Rodríguez, con el Duero, su río Duradero, metido entre las páginas de la fundamental Poesía completa que editaron los Tusquets no hace tanto. No es una edición bonita (bonita como el Casi una leyenda, negro y dorado) ni está anotada, pero es cómoda y limpia pero sobre todo es imprescindible. Poemas que empiezan llenos de Duero y de frío y de nubes gallegas que después de Montamarta parece que se conviertan en proyectiles, esas mismas nubes que miré nada más salir y que me refrescaron la cara, me borraron alguna de las malas ideas, me hicieron, en fin, besar el santo.

Con los dos libros bajo el brazo bajo ese viento de primavera “a la vuelta/ de la esquina, al acecho, / en feraz merodeo”.

6 comentarios:

Nene dijo...

Es fantástico descubrir el mundo en sus librerías, aun este mundo antaño llamado "de provincias", lugar do moramos la mayoría de la especie humana. Si se escriben libros sobre cementerios, ¿los hay dedicados a librerías? No me refiero a míticas librerías, sinó a librerías pulcras y con empuje, las situadas en las provincias precisament. Alguna merecería jocosísimos comentarios, universalizando así sus locos estantes y sus desorganizados dueños

manuel allue dijo...

En "esa" librería estaba pensando mientras leía tu comentario, Nené. En una cercana de ambas casas, la vuestra y la mía (más o menos equidistante), a la que un amigo lamentablemente perdido la llamaba "El refugio de los pecadores" (tenía de todo, tiene, y bastantes rarezas) y la dirige, lo cual es una forma de hablar, una desorganizadísima dueña y sus estantes suelen ser inauditos. La dueña me tiene manía, que ya lo he contado otras veces, pero insisto. Y sigo comprándole cosas inauditas.

aparis dijo...

El gusto por ir a las librerías en mi caso es más moderno (durante muchos años he leído lo que vosotros, los profesionales, me habéis dejado o aconsejado) y además hace tiempo que únicamente leo ensayo, pero disfruto buscando.
Hay pocas tiendas en las que me sienta cómodo: las ferreterías y soy nefasto con el bricolage y las librerías. El simple hecho de ver los libros me satisface y la necesidad de poseerlos me desazona, me descentra. Tengo que llevarme varios o muchos a la vez, para que constituyan “la reserva”. En casa los guardaré en “pendientes”, para no sufrir el síndrome de abstinencia.
Ahora dicen que los libros están por extinguirse, bueno, que me quiten lo bailado.

manuel allue dijo...

Creo, Anton, que compartimos ese síndrome. Se trata de una enfermedad declarada, la del poseedor de libros, y las diferentes pilas de libros pendientes y de por pender suelen llegar a extremos preocupantes. Desde aquí estoy viendo dos que me preocupan y que no logro solucionar. Están encima de la cómoda o sea que para sacar los calcetines negros del cajón de enmedio y los azules del cajón del extremo derecho tengo que hacer equilibrios varios. "Eso" es una enfermedad.

ángel dijo...

"El don de la ebriedad" es un clásico contemporáneo entre tantos libros de poesía escritos en nuestro idioma compartido.

Gracias por esta nota documentada sobre su autor, Claudio Rodríguez, a quien admiro.


Saludos...

manuel allue dijo...

Muchas gracias, Ángel, por tu comentario. También estoy convencido de que el libro de Claudio Rodríguez ya forma parte de nuestra historia.