sábado, 17 de noviembre de 2007

EL ÁNGEL DESENGAÑADO



El día que cumplí diecisiete años mi amiga Cristina me regaló el hermoso ejemplar de Sobre los ángeles de Rafael Alberti que conservo no muy lejos de este teclado y que habían editado cinco meses antes los responsables de la recordada colección Ocnos de la editorial Llibres de Sinera, dos nombres-homenaje a Cernuda y a Espríu, ni más ni menos. La colección nos sorprendió por lo moderna, por lo reciente, por lo inusual, por el formato, por su liviandad y por el aún breve y excelente currículo que incluía a Jorge Guillén (El argumento de la obra), a Lezama y su Posible imagen pero sobre todo el poemario, entonces, en 1970, completo de Pere Gimferrer con una escueta portada color verde oliva y que descansa en mi estantería-relicario, la mejor, junto a don Rafael.

Hacía años que no volvía a leer ninguno de los poemas del gaditano, de esos poemas, que nos encandilaron por ese surrealismo que antes nos parecía feroz y ahora, lo que son las cosas, de una maravillosa candidez. Alberti todavía vivía en Roma, acababa de publicar Roma, peligro para caminantes, la pobre María Teresa ya no se encontraba muy bien, de lo que nos enteramos mucho más tarde, y la edición de Ocnos, de la mano del propio Gimferrer, de José Agustín Goytisolo y de Vázquez Montalbán, nos convirtió en huéspedes de Bécquer, al que ignoramos estúpidamente hasta entonces, clientes de más de un paraíso perdido y habitantes de un cuerpo –poético- que hasta ese momento no nos podíamos ni imaginar escrito ni en español ni en catalán.

Ese ángel desengañado, “quemando los fríos”, nos está ayudando a reconciliarnos con nosotros mismos, que andábamos algo enfadados con el mundo y no por nuestro gusto. Hace dos días que se publicaron en el diario El País y en un tono bastante feo, “filtraciones”, menuda palabra, sobre los candidatos a la dirección del Reina Sofía. Desde la estupenda página de José Luis Brea, salonKritik, nos enviaron ayer un mail con un artículo del propio Brea que nos refiere a un certero comentario de David G. Torres publicado en el blog de A-Desk. Al final de todo eso, de ese afán de listar, de filtrar, de cotillear, al fin y al cabo, de los periodistas que no de los críticos, no es que se enturbie ni se empañe el proceso de selección de la candidatura sino que le resta credibilidad, una vez más, al mundo del arte contemporáneo, lo relega a esas páginas finales de la actualidad donde ya se empiezan a entreverar los embarazos de las modelos publicitarias con el hallazgo de un goya en el cajón de una cómoda o la ampliación del Museo del Prado. Como si se hubiera inaugurado un balneario de lujo o los rumbos del Reina Sofía los fueran a pilotar una cuadrilla de toreros y tonadilleras.

Por eso me refugio (o me justifico) en los libros que tengo cerca desde hace tanto tiempo, que siempre me dejan volver a descubrir algo y que muchas veces me dan la razón: “Que un caballo sin nadie va estampando / a su amazona antigua por los muros”.

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