jueves, 17 de mayo de 2007

LA NOCHE DE LOS MUSEOS (OSCURA, CON ANSIAS, EN AMORES INFLAMADA)



El padre José Vicente de la Eucaristía, O.C.D., afirmaba en su Introducción a las Obras Completas de San Juan de la Cruz (Roma, 1957) que el Santo basaba sus poemas, cartas y otros “billetes espirituales” en la práctica vivida, el magisterio oral y el magisterio escrito. La noche del próximo sábado día 19 se celebra en Europa, que nosotros sepamos, la llamada Noche de los Museos, una invención francesa que se hace coincidir, un día después y en sábado, con el Día de los Museos que se celebra mañana, día 18.

La nocturnidad siempre ha parecido alevosa, promiscua y mala compañera del discurso cultural. No como la poesía que parece que suele alcanzar sus más altas cotas por lo menos entre dos luces. Al arte antiguo, al no tanto y al contemporáneo parece que ahora le viene bien esa alevosía y esa cierta promiscuidad que los programadores culturales nos van a ofrecer durante unas cuantas horas y al ritmo de este calor recién estrenado. De noche es mentira que todos los gatos sean pardos como también lo es que haya que tener más cautela, por lo menos, que un carmelita. Las noches, se ha dicho, son propicias a la confidencia, al discurso lento, a la meditación. Pero también al desenfreno. Son propias para desatar pasiones o, por lo menos, para darles rienda suelta. Aunque sea un poco.

Hace un rato, cuando se me ocurrió el título de este post (tan fácil, tan recurrente) estaba tentado de hacer una especie de listado, que no de ranking, de museos amados y de museos odiados, de museos oscuros, de los ansiados e incluso de los inflamados por causa del amor (¿o soy yo el inflamado?), que resulta que sólo hay uno. Pero no. Lo de los listados, las etiquetas y todas esas aficiones bilbliotecomaníacas ya hace tiempo de las que me he curado. Supongo que por fortuna. Ahora no nos queda más que la memoria remota aderezada con la ironía (una pizca) y a lo mejor con la maledicencia (un suspiro) y este afán algo desmedido de más de escribir sobre lo que nos rodea: porque nos gusta el atardecer, que es cuando mejor se está, y porque nos sigue poniendo nerviosos según qué.

Pues según qué, el sábado nos vamos a acercar al MACBA, como si fuera en oración (“a oscuras y en celada”) porque todavía hay mucha gente que anda criticando al museo, a su proyecto, a su colección, a su dirección, a sus patronos, a sus exposiciones temporales y hasta a la azafatas o los lavabos. Hace años, bastantes ya, estuvo de moda en España criticar abiertamente al MACBA y, sobre todo, a Manuel Borja-Villel. Incluso en Barcelona. Con ese discurso patán y desinformado de que se trataba de un bello contenedor para un inexistente contenido, han tenido que pasar años para que el público, el milieu y sobre todo la crítica reconozcan que hay un proyecto muy serio, de los más serios de la Península (España y Portugal), una buena colección, mejorable, claro está, pero buena (y nada “incipiente”) y unas exposiciones temporales con peso. Y medida. Borja-Villel hace caso a los patronos, faltaría más, pero se sigue basando, como San Juan, en “la práctica vivida” y, por lo menos, en “el magisterio escrito”.

Hace unos días y en este mismo sitio criticamos la exposición de Pablo Palazuelo en el MACBA en clave personal. No nos arrepentimos. No nos pareció mal la exposición sino la circunstancia. Pero ese es otro asunto. Con los abstractos siempre tenemos problemas. Los geométricos nos preocupan, los líricos nos abruman (nos edulcoran, nos despistan) y los épicos, los desgarrados, nos dan miedo: pero ni Tàpies ni Millares ni Jordi Teixidor ni Xavier Grau, del que ya parece que no se acuerde nadie.

Al MACBA, pues, a ver atardecer, a intentar establecer un diálogo más o menos carmelita (hoy estoy irreverente) con ese templo y sin tiempo para repartirlo con otras debilidades locales: la Fundació Miró, en la que ya estuvimos el domingo pasado y ya lo conté en otro sitio, el Picasso o el tremendo Museu Tèxtil, la antigua colección Rocamora, en la que nuestra fantástica amiga Serra París tiene sentados sus reales, “también en soledad de amor herido”.

2 comentarios:

Camille dijo...

Es mi hora favorita, el ocaso. Inflamado, sí. Inflamación de sombras, de luces.
Inflamada la noche de nubes.
Mañana vamos también, plural..

Estuvimos el año pasado y fue fantástico. El Guggenheim iluminado apenas, con esa tenue luz y ese atrio tan imponente, tan bestia...esos juegos de luces que dan la mezcla de titanio y ocaso, de luz y de sombra. De suspiros y de anhelos.De risas.
La música totalmente amalgamada con el arte. Y una copa, también.

Ya nos contamos.

manuel allue dijo...

Tener cerca un museo estupendo siempre es una ventaja. Si además se puede disfrutar de una luz diferente y de otra intención, mejor.

Que lo paseis muy bien. Saludos.