viernes, 7 de enero de 2011

HORTUS INVERSUS


Cada año y en el mes de mayo se celebra en Girona el acontecimiento Temps de flors, una especie de vestido primaveral de flores para toda la ciudad, durante el cual tienen lugar exposiciones, florales o no, instalaciones al aire libre y muestras privadas y públicas de esa explosión primaveral que tan bien le viene a la ciudad del Ter y del Onyar. Y que tan bien lo hacen.

Hace tres o cuatro años en la sede del Colegio de Arquitectos, en el atrio, montaron, como arrinconado pero espléndido, un Hortus inversus, una estancia, plantada, en la que las hortalizas florecían pero ¡al revés!: fenecían más bien. Los rábanos y las zanahorias de culo, y las cebollas, los puerros y hasta los tomates se metían en la tierra, ordenadamente y parecía que hasta lógicamente. Una belleza que me cautivó mucho más que el resto de exposiciones, algunas estupendas, pero que no reunían ni de lejos el sentido del humor y la lección de maneras de los arquitectos. De buenas maneras y hasta de sentido común.

Porque a pesar de todo cualquiera de los museos y de las instituciones que nos están regateando eso, precisamente, el sentido del humor, el buen gusto y hasta la sinrazón organizada, no son siquiera un hortus conclusus que llevarnos a la boca (o a la comisura de los labios) ni mucho menos están dispuestos a darles la vuelta a sus colecciones a ver si nos sorprenden de una vez. Poca imaginación, estrechita, tímida pero grandilocuente. Resulta que estoy aburrido. Del huerto, de sus cercados, de sus cercadores y de verme siempre ahí fuera, plantado, sin una sola pregunta que hacer. Inversus!