He pasado más de un mes de luto riguroso y ahora que entro en el alivio resulta que no hago más que leer obituarios y programas de exequias y cantos fúnebres por doquier. Y lo digo con todo el respeto (¡el miedo!) que el asunto puede merecer.
A la pobre Farrah Fawcett-Majors le han hecho poco caso, a Michael Jackson bastante más y a Baltasar Porcel, que en estos momentos tiene su capilla ardiente en el Palau Moja, el diario La Vanguardia, por ejemplo, le está dedicando páginas enteras desde ayer. Lo que no me parece mal, ni mucho menos.
Lo mejor que se ha publicado en esas páginas es el texto corto de Pere Gimferrer titulado De Andratx al crepúsculo en el que repasa la relación con el escritor de una manera maravillosa. Escueta, justa, nada halagadora, exacta. Y es que Gimferrer es un gran escritor, ese sí que sí, no suele echar mano de los currículos y dice justo lo que quiere decir. Al resto, a muchos de los otros prohombres (y promujeres) de las letras, no hay por dónde cogerlos.
Sólo hablé una vez con Porcel, mejor dicho asistí a una breve charla del escritor, entonces muy joven, Àlex Susanna con el mallorquín en la cubierta de un barco parecido al de la ilustración, si no el mismo, durante uno de esas largas travesías transmediterráneas Barcelona-Ibiza con escala en Palma de Mallorca. Era un mes de invierno, hacía frío en la cubierta del Ciudad de Valencia y Baltasar Porcel pontificaba con la mirada perdida en algún punto de nuestro mar común, ese Mare Internum del que no nos podemos sustraer, de tan común, tan interno y tan merecedor como nos sigue pareciendo.
Luego tuve algo que ver, poco, con el Institut d’Estudis Mediterranis, creo que se llamaba así, que estaba en el antiguo edificio Atlántico de Diagonal-Balmes. Mal nombre el del edificio para el Institut, pero las cosas suelen tener (nos suelen proponer) requiebros de ese jaez. Mal recuerdo, quizás.
Y poco más. “L’ardua sentenza” de la posteridad, como recuerda Gimferrer, se irá encargando de lo demás. Hasta de mis huidas a Ibiza, de los poemas penosos garrapateados en las servilletas del American Soda y hasta de las Cartas Marruecas de don José Cadalso que aún no sé por qué me empeñaba en llevar siempre en la mochila. Aunque de esas tres últimas cosas no ha hecho falta esperar tanto para hacerlas tan livianas como el papel Smoking para liar un canutito al amanecer, casi a punto de atracar en el puerto de Ibiza y antes de que apareciera la Guardia Civil.
N.: La ilustración corresponde a una fotografía de Carles Marí del buque Ciudad de Valencia, de la compañía Transmediterránea, atracado en el puerto de Ibiza. Evidentemente.
2 comentarios:
Me quedo con varias cosas: Gimferrer, siempre se puede leer lo que escribe, evidentemente con el American Soda, los espejos, el acceso al altillo y el canuto en ayunas para dejarse llevar.
Y principalmente el mar, que ahora toca más que nunca.
Pues eso: buen quedar, que ya lo tienes.
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