En la zarzuela La Gaviota, con libreto de don Josep Amich i Bert y música del maestro Oliveros, rara pieza de los años veinte del siglo pasado, se canta un poco a pelo pero desde luego que sí se hace a pluma (chiste fácil) a una gaviota que se posa en el regazo de una moza supongo que en la calle Raurich y no en la de las Huertas.
No estoy muy seguro de nada, ni de que las gaviotas se posen tan ricamente en el regazo de nadie (¡menudo horror!) ni de que lleguen hasta el Retiro, ni de que haga falta pagar treintayseismil euros por colgar un cuadro de Lamazares, por ejemplo, ni de que se haya de sudar la gota gorda para ver en qué ha acabado todo esto, puestos a señalar y sin ánimo, en ninguno de los casos, que los hay, de ofender.
Hace justo media hora que han cerrado las dos ferias Madrid, ARCO y ART, que se empeñan en tener el mismo subtítulo y que comparten no pocas cosas. A nivel local, claro está. Porque en eso ha convertido la señora Fernández a ARCO, en una feria más local que nunca, enrevesada, oblicua y me atrevería a decir que circunstancial. Yo de ella (yo de Usted, señora Fernández) volvería a poner en marcha la megafonía, haría un mix entre la zarzuela La Gaviota y un pasodoble torero, como sintonía, y llamaría sin parar a Pepe Cobo y a Helga de Alvear, que ya se ve que son las estrellas, y me dejaría de zarandajas. Anunciaría la llegada de lady Forster, el levísimo cambio de look de Lola Moriarty, la transmutación de Norberto Dotor, el aburrimiento (mortal) del señor Gómez Acebo, las bolsas en los ojos (operables) de Miguel Marcos, la nula verticalidad de los paneles de los stands, la iluminación de tenderete de Benidorm un quince de agosto (por la noche), las rasgaduras de la moqueta gris (ese gris Fernández, antes gris Gómez Baeza), el inglés perfecto, exquisito (y esto sí que no es una broma) de Guillermo de Osma, las mechas de las azafatas (del rubio al menos rubio), y, al final, por encima, flotando, ese espléndido olor a churrasco que sitúa a la feria justo donde debe de estar, alrededor del coche oficial, el Subaru modelo Tribeca, cerca de Barajas, por si viene alguien, y en el polo opuesto del sentido común.
No tengo muchas ganas de contarlo ahora. Pero lo haré. Donde sea. Donde me dejen. Porque estoy desolado. Se ha acabado la fiesta, lo que no me parece mal, pero me han robado la linealidad, el paralelismo y poniéndome un poco pesado hasta la geometría.
El mejor stand de la feria, como me dijo mi amigo de siglas tan conocidas que no las pongo, la sala VIP, con los camareros tan atentos (atentos de verdad) y con un vino blanco estupendo. Por lo menos es donde había más gente.
4 comentarios:
Muy buena la foto. Qué envidia, que veas lo que ves, que sientas lo que debes sentir y que escribas, o es que dibujas?
Besos.
Escribo. Seguramente bobadas.
Un beso.
Bien! lo esperaba con contenida excitación, sólo por la mutación de fritanga a churrasco (admito una carcajada en el momento de leer dicha palabra) ya me hago una imagen de por dónde van los tiros (como diría el frik de Francel).
take care,
Pues como veo que te ha gustado, continuaré. Y te juro que lo del churrasco no es broma, ni mucho menos. Ni lo del coche quillo. En la sala VIP no olía a casi nada excepto las vaharadas de Aire, de Loewe, de una vecina de mesa, lo cual tampoco está tan mal (es la colonia que usa tu señora madre).
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