martes, 11 de noviembre de 2008

BIENALISMO


Mi amigo Jorge, al que últimamente no le hago mucho caso, me ha avisado de una nota que ha escrito nuestro crítico de cabecera (de cabezal, de mesilla de noche e incluso de mesita auxiliar), Fernando Castro Flórez, a propósito de Miquel Barceló, de “su versión patética de las cuevas del Drac” en la cúpula de Ginebra y de su candidatura (¿se dice así?) para protagonizar el pabellón español de la próxima Bienal de Venecia. Lamento, de todas formas, que don Fernando sea demasiado de derechas y cargue las tintas en el acento político del asunto (¡del affaire!), en convertir a Moratinos en el Dreyfus de la trama, salvadas sean las distancias y las circunstancias (auque a lo mejor, tampoco), y que el palo se lo dé a El País y un poco de paso a la democracia española. Por algo escribe en ABC, desde luego. Pero me gusta que se meta con Juncosa y con Calvo Serraller, el crítico de la bufanda color salmón (¡qué color, Dios mío, qué color!), como nos gustó que se metiera, a fondo, con Ana Laura Aláez en su día (que manda narices la señorita Aláez) y, en general, su estilo metedor, cicatero y punzante como esas “herrumbrosas lanzas” que blandía otro crítico al que no me atrevo a nombrar porque estuvo a punto de prohibírmelo.

Pues sí, no me gusta ni que me prohíban nada ni siquiera que me lo propongan. Me dan vergüenza mis paisanos, me aterroriza pensar que propugnen desde sus cátedras (bueno, no todos son catedráticos) esa sinrazón y, lo que es peor, esa falta de sentido común (y lo digo sobre todo por el de las lanzas herrumbrosas).

Un imbroglio que no me hace ninguna gracia. Desde el Ministerio (“los” ministerios) y desde los salones más o menos públicos se vuelve a proponer lo improponible, se vuelve a mentar al gafe y se eleva a los altares a uno de los pintores que han conseguido hacer de su “sopa” (la palabra es suya) un conflicto tremendo entre Tàpies, Picasso, Pollock y el Dalí más decrépito que embadurnaba sus telas falsas con carmín de una vedette de la segunda fila del Crazy Horse.

Me avergüenzan mis paisanos y prefiero seguir hablando de Yma Súmac y de Juan Manuel Caneja porque una me pone nervioso (descanse en paz) y el otro me reconcilia hasta con la Meseta. Me hace olvidar los prejuicios, vamos. Relegarlos.

No está la noche para muchas gaitas pero los tiempos se están empezando a poner divertidos.

Seguiremos, pues.

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