Solemos ser de difícil conformar aunque propensos a rectificar por la vía fácil: ésta, por ejemplo. Perdonamos, claro está, pero no olvidamos. Y aunque nos siga sin gustar ni el tono ni el discurso ni la mayoría de los textos del señor Calvo Serraller (tampoco su bufanda color salmón, pero ese es otro asunto) hoy nos ha sorprendido con su largísimo texto sobre Cy Twombly en Babelia, a tenor de las dos exposiciones sobre su obra que se van a inaugurar en España y de la que ya está en marcha en la Tate Modern.
El señor Serraller analiza bastante acertadamente no la obra del pintor, que no lo hace, sino su trayectoria en el art milieu norteamericano contraponiéndolo al europeo, o contrastándolo, mejor. El nulo caso que le hizo durante décadas la crítica norteamericana aunque no tengo tan claro que fuera tan nulo el caso que le hizo el mercado. Creo recordar una subasta de Sotheby’s en Nueva York de mediados-finales de los ochentas (¿1988?) donde salieron por lo menos dos cuadros de Twombly y varios dibujos de unos años antes al lado de rauschenbergs y dekoonings, que se vendieron bien, y desde luego estoy seguro de que Leo Castelli siguió vendiendo twomblys en Estados Unidos. Y también con soltura. Da igual.
La cuestión es que el crítico de la bufanda color salmón nos ha encandilado con una frase que habrá que recordar: “la arqueología de Twombly ha excavado la historia para poner en cueros la fragilidad de cualquier convención, incluida la moderna”. Muy bien. Muy buen resumen de esa pintura de restos arqueológicos, de grafitti pompeyanos, de siennas y ocres sobre blanco de zinc, de ese toque dramático pero siempre mínimo de un amarillo de Nápoles rezongón sobre una pared apenas construida que tanto les gustaba a mis amigos gallegos, a uno de ellos sobre todo, que suspiraba por Twombly cada día y a lo mejor le rezaba por las noches.
Habrá que ir al Prado el mes que viene y presentarle los respetos al pintor (y, ¿por qué no?, una excusa al crítico).
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