miércoles, 7 de mayo de 2008

ANTONIUS IN NUCE SEDENS (Y RESACA Y RAMIRO FERNÁNDEZ SAUS)


Hay cosas tan personales que de puro sabidas es imposible intentar explicarlas sin que te salga:

A. Un ripio (o un mal verso o un pésimo artículo).

B. Un juego erótico que no entiende ni el/la partenair/e.

C. Un propósito de enmienda que ni el apóstol Santiago ni San Antonio, que es nuestro caso, lograrían soportar.

Todo esto viene a cuento de una resaca personal, digamos espiritual y desde luego intransferible que suelo sufrir a finales del mes de abril cuando la Virgen de los Clavos ya hace rato que ha entrado en un presunto museo de Semana Santa, Sant Jordi me ha hecho comprar, siempre, un libro que ni falta que me hace y Enrique Ponce ha vuelto a torear. Cosas del mes de abril.

Por eso, y en plena resaca, cuando el cóctel aparentemente intelectual de gelocatil-astenolit-gin tonic está a punto de hacer su efecto (intelectual), me ha sorprendido encontrarme de nuevo con Ramiro Fernández Saus, un pintor del que no me había olvidado, ni mucho menos, pero al que le había perdido la pista más por desidia que por otra cosa. La otra cosa, claro está, también es la desidia.

Por un lado Marisa Marimón, tan puntual y tan fiel a sí misma, me ha enviado la nota de su exposición en Ourense acompañada por unas magníficas fotos del pintor y de la obra. Y a los dos días, en el Museu de Montserrat, el cenobio benedictino, me encuentro con un catálogo de una exposición del pintor que se había clausurado hacía poco y que antes había estado en la Estampa de la calle Justiniano, la galería de Manuel Cuevas.

La exposición se tituló, en Montserrat y en catalán, El miracle dels ocells (El milagro de los pájaros), y narra (eso es, “narra”) el milagro del joven Antonio que en su Padua natal supo retener a cigüeñas, águilas, grullas y garzas, gavilanes y mochuelos, verderones y avutardas, para que no se comieran los sembrados. Los doce óleos de 50x61, deliciosos, me los hubiera quedado todos. Todos y cada uno. Magníficos exvotos, joie de vivre y hasta joie d’être. Las cosas son así.

Lo que más me divierte de todo esto es la cara de pasmo de alguno de mis amigos. Pero es que, queridos míos, tengo alma de etnógrafo del siglo XIX-principios del XX y el cuerpo, aunque no lo parezca, entretenido en salvar este siglo con saltos no demasiado precipitados. Los míos. ¡Qué le vamos a hacer!

2 comentarios:

aparis dijo...

Muy delicado y qué luz más bonita. No lo conocía pero ha sido una agradable sorpresa. Muy agradable.

manuel allue dijo...

Me alegto mucho, Anton. Es una bocanada de aire fresco. Y una bocanada seria.