martes, 22 de enero de 2008

PEPE ARENSE



Hace apenas media hora me enterado por la calle de la muerte de Pepe Arense, galerista de cuerpo entero, señor de Medinaceli, pulcro, elegante como ninguno, cuidadoso, prudente, mordaz y una palabra que para nosotros resume todo lo bueno resumible: encantador.

Mantuvo durante años, y algunos de ellos bien difíciles, la galería en los altos de su espléndido hostal justo enfrente del arco romano de Medinaceli, atravesado por la luz castellana pero nunca herido, una especie de Caneja al revés. Los campos de Castilla acababan a la puerta de su galería, a veces se metían dentro y esos ocres, esos amarillos y esa pincelada siena que quería ser el cielo dibujaban su paisaje diario, el cuadro de su vida, 114x146, algo apaisado. Y qué fácil sería decir ahora que era apaisajado y apasionado.

Representó a sus artistas hasta el final, los defendió, los expuso, los cuidó, los vendió bien y los rodeó de una fidelidad y de un cariño extraordinarios: Juan Cruz-Plaza, Dis Berlín, Pelayo Ortega, muchos de los del Muelle de Levante, Jesús Alonso, del que tengo un cuadro pequeño y estupendo aquí al lado, los de Dos y Una y los clásicos.

A Pepe, a don José Arense Medina (José Luis en el D.N.I., Pepete para los muy amigos) nunca le dejaron tener un stand en ARCO, y revolvió cielo y tierra y se lo merecía más que muchos. Aunque no se trate de merecerlo sino de dejar que los buenos profesionales enseñen y vendan su trabajo. Tampoco le han hecho caso los periódicos, aunque supongo que porque Juan Manuel Bonet, muy buen amigo suyo, ya no escribe en ABC y hubiera sido el que le dedicara una glosa como es debido. Los tiempos se están poniendo más que difíciles para las personas honradas. Pero es que el río no está ni revuelto ni nada (está vulgar, reseco) y las ganancias de los pescadores son tan vulgares como sus métodos.

He subido al taller a buscar los catálogos que Pepe me enviaba puntualmente, tan pulcros, tan bien editados. Hace años le mandamos un texto para el catálogo de la exposición de Cruz-Plaza y lo titulamos, bastante atrevidamente, Un encuentro anunciado. El texto lo encabezaba un verso del poeta Francisco Pino a modo de cita: “Castilla / se ha reducido / a esta calle / de repente”.

Así se me ha quedado el corazón, el alma, la cabeza, el tronco y las extremidades, Pepe. Reducidos a esta calle, de repente.

1 comentario:

M.Monís dijo...

SI QUE ERA UN BUEN TIO pEPETE
Todavía lo echo de menos, después de tantos años
abrazos
Manuel Manzano-Monís