miércoles, 28 de marzo de 2007

HARRY HOUDINI, ESCAPISTA



Hace unos días aparecía la noticia de la petición de exhumación del cadáver, por encargo de sus herederos, del famoso mago y escapista americano Harry Houdini. Muerto prematuramente y tras un diagnóstico cuando menos dudoso, sus descendientes sospechan ahora que una conocida secta religiosa se deshizo de él mediante un envenenamiento. Fatal para Mr. Houdini pero espléndido para la historia negra de ambos siglos. De los anteriores, el XIX y el XX, entre los que vivió, a caballo y frecuentemente encadenado, nuestro héroe.

He de confesar que he descubierto a Houdini hace pocos días pero que ya puedo –podemos- contarnos entre sus múltiples admiradores. Desconozco sus habilidades pero me las temo. El performer conseguía lo mismo que el hombre bala, uno de nuestros fantásticos personajes, pero a la inversa, desde la quietud primera para luego liberarse mágicamente y recibir los aplausos de pie.

Una antigua amiga, performer aficionada y excelente pintora aunque bastante vaga (es así, querida Montse), montó una sesión extraordinaria, sexy, potente, estremecedora, fatal, en unos encuentros que organizaban Rafa Bartolozzi y Bigas Luna en el pueblo de adopción del primero, Vespella de Gaià, del que a la sazón, como suele decirse, era alcalde. Hace de eso unos diez años. O doce, como mucho. Los encuentros coincidían con un concurso de poesía visual que patrocinaba, indiferente y ya bastante mayor, Joan Brossa, y al minúsculo pueblo acudíamos, devotos, unos cuantos artheridos (que no ateridos aunque, a veces), amigos, conocidos, críticos y algún galerista intrépido. Solía venir (ir) un cretino absoluto, luego renombrado galerista, que ahora incluso forma parte de un conocido comité. Lo que son las cosas.

A lo que íbamos. Montse Recasens nos hizo poner los pelos de punta con su desencadenamiento lento, absolutamente sensual, como una danza que desafiaba a la luna (lo hacía) y acababa, semidesnuda, lavándose el cuerpo en una jofaina.

Houdini hacía algo parecido. Se desencadenaba. Mostraba su cuerpo, se lo enseñaba a la luna, seguramente, y no se lavaba en un barreño de cinc con agua del río Gaià pero lanzaba besos esquivos a los atónitos espectadores de Manhattan, y a los de Brooklyn y a los de Queens.

Pasan los años y aquí seguimos, encadenados a la vulgaridad de la tarde y sin armas, ni ocultas ni mágicas ni nada, para deshacernos del entuerto. ¡Pobre Montse, pobre Harry!. Vuestro esfuerzo y vuestra convicción me han puesto a escribir. Aunque siga encadenado.

2 comentarios:

Camille dijo...

A mi siempre me ha fascinado la figura de Houdini. Debía ser encantadoramente seductor. Muy fuerte y aguerrido, a pesar de ser muy bajito.
Es una figura que siempre ha estado rodeada de misterio, pero desconocía que también su muerte lo estuvo.

Encadenado? Como Hitckock o como Houdini?

manuel allue dijo...

Camille, no sabía que Houdini era tan bajito pero era de suponer. La magia -el ilusionismo- y la holgura a lo mejor no son buenos compañeros.

Pues a lo mejor como Hitchcock. Ojalá estuviera encadenado a un editor para poder criticarle. Es lo que tenemos los amateurs. Ganas de escribir y paciencia.

Saludos.