domingo, 31 de enero de 2010

SPUTNIK DAY


Soy bastante aficionado a la novela negra, a la clásica y preferentemente a la europea. Mis debilidades oscilan brevemente de tía Agatha al viejo Georges y les tengo dedicados una estantería propia, un mueblecito largo y estrecho pero bastante feo, Simenon encima y Agatha Christie debajo. ¡Qué le vamos a hacer!. Y ahí conviven, en tropel, desde gastadísimas ediciones compradas en las espléndidas y extintas Librerías de Ferrocarriles, con su sello alargado, hasta cosas más primorosas y alguna rareza.

En un canal de televisión catalán privado, el Canal 8, que es del grupo Godó, del señor conde, y al que también soy bastante aficionado, emiten repetidamente las series inglesas del Inspector Poirot y de Miss Marple, muy bien realizadas, muy cuidadas y que a veces veo repetidas, aunque casi nunca las acabo porque a la vez estoy leyendo, me distraigo y porque, además, ya sé quién es el asesino. El capítulo de ayer noche de Miss Marple ocurría durante el Sputnik Day, y se nombra varias veces, que según Wikipedia fue el 4 de octubre de 1957, el día del primer lanzamiento del satélite por los rusos. Me encanta la denominación de satélites artificiales, el MG rojo de uno de los protagonistas, el juego de te victoriano de Miss Marple y los palos de golf del ama de llaves aunque el asesino me de igual. A estas alturas.

El propietario del MG descapotable, uno de los hijos de una familia aristocrática, era pintor y acudía al cottage desde Ibiza, donde vive. Su hermana enseña su habitación al ama de llaves, recién contratada, que admira los cuadros.

-Muy bonitos, dice Cornelia.
-Son de mi hermano cuando era joven. Ahora pinta cosas abastractas, como todo el mundo.

¡Ya está!. En una frase, antes del MG rojo, de los periódicos con la noticia del Sputnik, incluso del sombrero del inspector, el realizador nos da un dato preciso para situarnos a finales de los años 50. Que seguramente estaba en la novela. Pero que sólo unos años después tiene sentido. ¡Abstractos!. Cuadros que no se verán pero que parece que se huelan.

Una bobada, seguramente, pero me quedé con ganas de más, de romperle una taza a la señorita Marple, de viajar a Ibiza en 1957, de curarme de este frío que me tiene acongojado.

martes, 26 de enero de 2010

Y ¿DÓNDE ESTÁN LOS ARTISTAS?


El miércoles pasado, hace casi una semana, se celebró en el Círculo Ecuestre de Barcelona una cena-coloquio con el consejero delegado de Christie’s , Juan Varez ( o Várez, no lo sé), para hablar del mercado del arte y sobre todo del estado actual de las subastas en España. La firma, Christie’s, anunció o argumentó su decisión de no celebrar subastas en España “hasta que vuelva a animarse la demanda”, aunque seguirán haciendo ventas privadas y, supongo, gestionando lotes para subastas en el extranjero, lo mismo que hizo Sotheby’s en su día.

La noticia más o menos la conoce todo el mundo, como la de que Ferran Adrià cerrará su restaurante durante dos años para pensar o la de que Isabel Preysler lleva su agenda siempre en casa, en el cuarto de baño o en la sala de estar, formas, todas ellas, bastante prácticas de entender el mundo o al menos de hacer algo para que la vida, aciaga de por sí, sea más llevadera.

Lo que sí me ha llamado la atención, cosa que suelo prestar aunque sea por quedar bien (prestar que no regalar) es que el cronista de la noticia de la sala de subastas, y a renglón seguido de las declaraciones del señor Varez (o Várez), una insulsez como que “a aquellos coleccionistas que, apurados por la crisis, venden obras, les recomiendo que no es cuestión de bajar precios sino de esperar…”, así, sin punto y aparte, nos cuenta que la directora de ARCO, doña Lourdes Fernández, “se mostró satisfecha por cómo se había resuelto el conflicto entre Ifema y las galerías”.

Suponemos que doña Lourdes también estaba cenando en el Círculo Ecuestre con el señor Várez (¿o era Varez?) y que le dio, por una vez, por opinar. También nos da por pensar que doña Lourdes, además de satisfecha, se encontraba cómoda. Y que, puestos a opinar no tiene precio, que seguramente sí.

Después de todo, lo dicho, lo visto, lo oído, lo comentado, lo cotilleado, lo susurrado, lo silenciado, lo gritado, lo expelido, incluso lo tosido o lo estornudado, no puedo entender que nadie hable de los artistas, ni con los artistas, ni desde los artistas, que son los que realmente tienen opinión. Una feria es un negocio de galerías, claro está, y así debe (de) ser, pero no es que se nutra sino que no tiene sentido sin los artistas, los verdaderos y únicos productores de su mercancía, física y espiritualmente hablando. ¿O no? ¿O los galeristas se venden a sí mismos y por eso son los únicos que opinan?, O los críticos. O los curadores. O los coleccionistas. O nosotros mismos que nadamos en las procelosas aguas del extrarradio físico, que no moral, del arte. ¿Dónde están los artistas?

martes, 12 de enero de 2010

¿DÓNDE ESTÁS, CORAZÓN?


La crisis (en cursiva) de ARCO se ha solucionado felizmente este mediodía o esta tarde, no lo sé. Lo de la felicidad es cosa de los periodistas y lo de la solución pactada es más de lo mismo. La feria se iba a celebrar, de todas formas. Ya había habido otros años ruido de sables y la cosa se solapó en sí misma. Se autosolapó, que es un verbo feo e inventado. Poco ha cambiado IFEMA (que es lo que tiene que hacer, no cambiar mucho, para que no se note) y poco menos los sucesivos comités de galerías. Poco salero es lo que hay, y pocas decisiones de verdad. El único que me parece que ha dado en el clavo es Paco Barragán, el autor de La era de las ferias (libro que no he leído) en sus declaraciones a Arteinformado, que es ese portal que lee todo el mundo. Y que sirve para mucho (el portal y las declaraciones).

Al final de la escueta entrevista le preguntan por la directora de ARCO, doña Lourdes Fernández, y responde con otro escueto pero rotundo “Es evidente que el mundo del arte y la prensa han echado en falta su opinión”. Opinión seguramente la tendrá. Pero ese silencio casi ecuménico, ¿a qué viene?. En fin, ¿qué dirige doña Lourdes?.

lunes, 11 de enero de 2010

PURÉE PARMENTIER


Outrement llamado hachis parmentier, lo que según se mire tiene bastante gracia, se compone de lo que todo el mundo sabe: su poquita de mantequilla, su leche tibia y sus patatas cocidas, puntita de sal, un si es no es de pimienta negra y a revolver.

Acabo de enviar un nuevo texto a mi medio público preferido (tanto, o casi, como éste) en el que, claro está, hablo de ARCO porque el número sale en febrero y estará en la feria. Y no estoy ni contento ni acomodado. Todavía hace un frío que pela, me ponen nervioso las noticias contradictorias sobre la feria, mis amigos no dicen ni mu, al menos en público, y aquí parece que el que disimula es el que gana.

Pues no. Todo esto me da vergüenza porque durante unos años también fui coprotagonista de esa feria, porque la sentí mía como una mala cosa (no como una cosa mala) y porque me ayudó a creer en el oficio, el oficio de galerista, como algo serio, que lo es pero que había (entonces, hace casi treinta años) que creérselo. Que había que construir. Y se hizo, y bastante bien, pero ahora vuelven a sonar tambores de guerra y todo esto me enferma. Porque no se trata de una gran guerra sino de guerrillas como apañadas, un poco de sable de tramoya y tirachinas, nada de misiles. Vuelve aquella escena de Moros y Cristianos de Berlanga en la que los vendedores de turrón apuran su stand, a martillazos, porque vienen las Infantas a inaugurar la feria. ¡Que vienen las Infantas!.

Yo he vivido eso, claro, los martillazos de última hora, un tàpies enorme de una galería suiza salvado in extremis de que lo atravesara un transpalet en el pasillo, la desesperación ante las aduanas, las cafeterías que sólo despachaban calamares y chorizos a la sidra, la compra-venta de metros de espacio (expositivo) horas antes de la inauguración, y también las cenas alcohólicas en el Palace y los desayunos en el Reina Sofía, que no estaban ni bien ni mal.

Berlanga ha retratado a su pueblo, que es el mío, como nadie. Pero eso no quita que me de vergüenza. Y no precisamente vergüenza torera. Este puré de patatas insípido en que se ha convertido la feria me gusta cada vez menos. Pero vamos a seguir, con la vergüenza puesta, cocinando siquiera con un poquito más de pimienta y, además de la mantequilla, un chorrito de aceite de oliva. Por no ciscarme en los muertos de unos cuantos y de unas cuantas.