domingo, 24 de junio de 2007

EL CORAZON BIENAL, EL ALMA EN VILO



Tremendo el párrafo final de la crítica, buena, directa, implacable de Ángela Molina sobre la Bienal de Venecia de Robert Storr ayer en “El País”:

“Con relación al pabellón español, nada que añada alegría y cordura a esta bienal. El trabajo -pretencioso, trivial- de Alberto Ruiz de Samaniego deja implícito que es necesario revisar el "protocolo" a la hora de escoger el comisario. Sophie Calle, posiblemente la artista más sobrevalorada de esta bienal, no se complicó la vida. Decidió seleccionar al comisario de su exposición en el pabellón francés a través de un anuncio en el periódico. De entre los que respondieron a la convocatoria, optó por el artista Daniel Buren. Una broma. En España lo echamos a suertes. O casi.”

Los subrayados son nuestros.

sábado, 23 de junio de 2007

JESÚS AGUIRRE



Duque de Alba consorte, afirmaba hace muchos años en una entrevista de “El País” (creo recordar), que cuando se levantaba de la siesta, en Liria o en el palacio de las Dueñas, se tomaba siempre un whiskie con zumo de naranja. Desde entonces le hemos imitado por tratarse de una costumbre higiénica, para hacer caso a un eclesiástico, cosa siempre recomendable en cuestiones mundanas y espirituales a la vez, y por aquello de que las pautas que marca la nobleza cultivada o las sigues hasta el fin de tus días o te olvidas de que las conoces.

La anterior noticia sobre Velázquez, Sevilla y Santa Rufina no afecta más que de soslayo a la Casa de Alba. Más o menos. Pero no ha estado mal seguir con la costumbre y, de paso, recordar.

UNA DUQUESA DE SEVILLA LO RECLAMA



Hay noticias que dan vergüenza, mucha vergüenza. Quizás porque están redactadas para eso, para fastidiar al pobre lector recién amanecido de la siesta, recién atardecido, y obligarle a ponerse al teclado. Maledetto sia l’aspetto / che m’arde, tristo me.

Alberto García Reyes ha sido el encargado de amenizar nuestro duermevela con una crónica publicada en la edición de ABC de hoy sobre la presentación del cuadro llamado Santa Rufina, atribuido a Diego Velázquez, en el Ayuntamiento de Sevilla y por gentileza de Sotheby’s, la casa de subastas encargada de su venta pública el 4 de julio.

La asociación Velázquez por Sevilla (que no entendemos por qué no se llama "Sevilla por Velázquez"), cuya presidencia de honor ostenta la duquesa de Alba, aboga, junto al alcalde y parte del Consistorio, por la compra del cuadro para formar parte, buque, insignia o, quizás, acorazado, del Museo de Bellas Arte sevillano. “Líder” de la sala del museo dedicada a Velázquez, ha dicho textualmente el señor alcalde, usando un término tan moderno.

Los problemas, graves, están en la autoría, presunta, confirmada, desmentida, vuelta a confirmar y desmentir, que envuelven al lienzo en esa peligrosa maraña que poco tiene de histórica y mucho de pretendidamente sentimental. Jonathan Brown, uno de los máximos especialistas internacionales de Velázquez y profesor del Institute of Fine Arts de Nueva York, la niega. Benito Navarrete, de la Universidad de Alcalá, la defiende. Y el señor alcalde se presenta en la Sala de Plenos con la pobre Cayetana Fitz-James cogida del brazo, vestida de antepasado suyo (de antepasada) y con un bolso de macramé. El cuadro, ligeramente inclinado sobre un caballete revestido con un damasco carmesí no demuestra nada en sí, ni falta que le hace, ni al cuadro, triste y precioso, ni, si se me apura, a la ciudad de Sevilla.

Pero el cronista se empeña: “Un sevillano lo pintó, una santa sevillana lo protagoniza y una duquesa sevillana lo reclama”. En esa especie de capilla ardiente que Sotheby’s, el alcalde Sánchez Monteseirín y la asociación de nombre inverso le han montado al cuadro de la Santa no van a faltar ni elogios ni silencios, como se merecen los actos funerarios. Y a lo mejor algún sevillano devoto, confuso y admirador de la causa le da “la cabezá” .

viernes, 15 de junio de 2007

NICOLAS



¡Atención, navegantes curiosos e impenitentes! La sala de exposiciones de Caixa Catalunya en La Pedrera del Paseo de Gracia expondrá desde el próximo día 19 y hasta el 24 de septiembre, festividad de la Santa Patrona, casi sesenta obras de uno de los pintores más inteligentes del siglo XX, Nicolas de Staël. Comisariada por Jean-Louis Prat, ex director de la Fondacion Maeght de Saint Paul de Vence, la muestra nos va a devolver todo su drama, todo su color (esos azules casi grises, el bermellón empastado a las bravas, el ocre amarillo porque sí) y sobre todo esa limpieza que algún desaprensivo ha tachado de decorativa. ¡Si Nicolas sacó sus colores del cuadro!

Viajad, viajad, hasta el mausoleo de Gaudí.

miércoles, 13 de junio de 2007

IGNASI ABALLÍ, EL COLMO DEL ABURRIMIENTO



Pues como buscar es el oficio añadido (el segundo oficio) de los blogueros, hemos buscado para no aburrirnos tanto. Y hemos encontrado una perla citada que volvemos a citar.

Ignasi Aballí ha sido seleccionado para la actual Bienal de Venecia por su comisario Robert Storr para el pabellón del Arsenale, y como artista internacional, junto a Miquel Barceló que representa ni más ni menos que ¡a África!. Nos lo podíamos pasar estupendamente hablando de eso pero preferimos ponernos pesados y entonces hemos buscado textos del primero, de Aballí, porque ya es sabido que por sus textos los conoceréis. La perla la recogió Mariano Navarro en diciembre de 2004, o sea que no hace tanto, en la absolutamente recomendable página de José Luis Brea, SalonKritik, que ya nos ha hecho algún caso.

El artista declaraba, textualmente: “La representación del tiempo y su huella, la manipulación del rastro que éste va dejando sobre todo lo que nos rodea, la simulación del envejecimiento, la inseparable relación entre realidad y apariencia; la posibilidad de modelar el tiempo entendiéndolo como algo corpóreo, y la reconsideración de términos como pasado y futuro, son algunas constantes a partir de las cuales he desarrollado determinados trabajos.”

Semejante cúmulo de lugares comunes, de problemas esenciales de la historia no ya de la pintura sino de las humanidades, por decir algo, el baudrillardismo sin sentido (¡cuánto daño ha hecho la palabra, que no ya el concepto, de simulacro!), la boutade tremenda de “modelar el tiempo” (supongo que de intentarlo) y, para qué insistir, la preocupación, a barullo, por el carpe diem que seguramente confunde con el beatus ille, nos ha producido más regocijo que cualquier fragmento de Donna Leon.

No le hemos seguido mucho la pista a Aballí, la verdad sea dicha, pero aún así nos lo solemos encontrar a menudo. La última vez aparecía medio escondido en el stand de la galería Estrany-de la Mota en la pasada feria Swab, de la que ya hablamos en su día. En una de las paredes del minúsculo espacio, y a lo mejor en una pared importante para los galeristas, colgaron unos papelitos con unos extraños signos (nos parece recordar) ejecutados con tinta (tinta-tinta) y tippex. Ni más ni menos. Como en los cuadros del MACBA pero más a lo loco. No sabemos lo que sería capaz de hacer Aballí con un ordenador. O a lo mejor sí. Porque, a tenor de sus preocupaciones temporales se vería obligado, como en el socorrido chiste de Lepe, a tachar nuestra crítica con tippex directamente en la pantalla. (Y mientras, Miquel Barceló poniéndose perdido de barro en las orillas del Níger).

domingo, 10 de junio de 2007

EL TECKEL DEL PINTOR FRANCES




Nos gustan los artistas que manipulan, que se afanan por poseer, por dominar, por mostrar con rotundidad desde sus logros hasta sus dudas, por enseñar desde sus conquistas hasta sus errores, sin ese pudor casi religioso que nos obliga a ser cronistas sin más, ¿por miedo?.

De Pablo Picasso se han dicho muchas cosas y algunas de ellas sin pudor de ninguna clase, ni religioso ni laico. Ayer compramos la edición española de Picasso & Lump, recién aparecida en las librerías casi un año más tarde que la edición inglesa. La historia de David Douglas Duncan, el fotógrafo eterno de Picasso, y su perro Lump aparece escrita y fotografiada espléndidamente por el americano en una especie de diario de a bordo, a veces secuenciado, de la llegada de ambos, fotógrafo y teckel, a La Californie desde Roma a lomos (y a bordo) del fantástico Mercedes 300 SL “Gullwing” (“Alas de gaviota”). Lump se enamoró en seguida de los jardines de la villa de Picasso y Jacqueline, se hizo amigo de Yan, el boxer, de la cabra Esmeralda y de la escultura de Esmeralda. Picasso se encariñó, Jacqueline se encariñó, Claude le mecía en su regazo, Paloma le miraba de reojo y de un salto y casi de un solo trazo pasó a tumbarse delante de la infanta Margarita en el primer cuadro de la serie de Las Meninas.

Lump sobrevivió a Picasso por unos días. Extranjeros ambos, al bávaro y al malagueño se les fue poniendo, secuencia tras secuencia y víctimas indoloras de la Leica de D.D.D., cara de franceses: ¡eran franceses!.

miércoles, 6 de junio de 2007

STRAWBERRY FIELDS FOREVER



La semana pasada estuvimos mareando de lo lindo a nuestros escasos lectores, en nuestro escondrijo culinario, con el aniversario de Sargent Pepper’s, víctimas, como solemos ser, de esos arrebatos de nostalgia que nos proporciona el atardecer (y más o menos dulcemente) y esclavos de una memoria que para qué vamos a renunciar a ella si es nuestra y además podemos compartirla.

John Lennon, Paul McCartney y Brian Epstein fueron fabricando durante todos los años 60 del pasado siglo un fragmento e incluso una tendencia de ese Pop del que luego se han dicho tantas tonterías, del que se ha escrito bastante pero revuelto y del que todavía hace falta una análisis completo que englobe música, literatura, artes plásticas, artes decorativas y moda, que no se aloje en las páginas de “cultura y espectáculos”, que se enhebre con la política y el pensamiento del momento y que se considere, en fin, un corpus que ha continuado arrastrando neos, que ha creado epígonos, contrarios, sucedáneos y malabarismos varios hasta hoy.

Estamos hablando del Pop de los años sesenta, del Pop estricto, fundacional (más o menos fundacional), rompedor y hasta cataclísmico. Strawberry fields o las primeras fotos serigrafiadas de Warhol son ese Pop. Y Oldenburg y sus hamburguesas de porex (aunque no les guste a muchos) y Dosis de Borroughs (tan penosamente traducido), tanto como las portadas de Vogue o de Harper’s Bazaar o las fotos de Salut les Copains o la tienda Biba de Abingdon Road. Que despojaron, o lo intentaron, al universo negro de los rockers, los expresionistas abstractos o a la nouvelle vague de esa oscuridad, precisamente, les añadieron color de repente, y lentejuelas y sexo explícito y ese nuevo aspecto que empezó con À bout de souffle y acabó con Let it be, entre octubre de 1959 y mayo de 1970, que no se trata de dos casualidades, precisamente, sino de una película instauradora y de un disco epilogar.

No nos criamos en esos campos de fresas porque todavía éramos pequeñitos, porque en nuestro país las cosas todavía tenían colores rancios y como deslavados, porque los niños leíamos a escondidas El amante de Lady Chaterley (really!) y nuestro mito pop podían ser el espantoso Daniel Vindel, de Cesta y Puntos, o los tremendos muñecos de Herta Frankel. Porque los niños (nosotros no, lo juro) todavía hacían la comunión vestidos de guardiacivil (y ellas de Scarlett O’Hara), los papás se dejaban el bigote a lo Alberto Closas y las mamás soñaban con ser María Luisa Merlo. Por lo menos.

Nuestros campos no eran de rosas, desde luego, pero tampoco de espinos. Pero hubo mucho que desbrozar antes de que nos diéramos cuenta de que el mundo no terminaba ni en Hendaya ni en Gibraltar y de que el Pop había ocupado durante casi diez años un anaquel en nuestras pobres cabecitas. Que hay que ordenar (y me lo propongo a partir de hoy mismo) y darle el rigor que se merece. Entre Hendaya y Gibraltar.