miércoles, 28 de febrero de 2007

IUXTA CRUCEM LACRIMOSA



En el post anterior fui una vez más víctima de mí mismo. Con algo más que “mes pieds” en dehors (la cabeza fuera de lugar, el insomnio presentido, la fatal conclusión del día) no quería hablar de Larrea ni de Barral ni mucho menos de Vivanco ni de San Juan, en ese revoltillo tan poco gastronómico (y tan gastrológico, por otra parte) en que se me convirtió el envío.

Quería hablar de Berggruen, a eso me puse, que murió en el Hospital Americano de París hace unos días. Y de Rosina Gómez-Baeza, que la han nombrado directora de un centro de arte en Gijón, uno más, de espantoso nombre pero de buenas intenciones. Como va a ocupar los antiguos edificios de la Universidad Laboral, el centro se llamará Laboral, ni más ni menos. Si suelo odiar las evidencias demasiado evidentes, ésta me resulta (es) fea, antipática y ramplona. ¿Por qué no le han puesto, puestos a poner, Centro Girón de Velasco, o Contubernio Solís Ruiz-Ruiz Jiménez, puestos también a recordar?. O, simplemente, “El Hogar del Productor”. Y otro mejor (esto me está saliendo chistoso de más), fantástico: “Educación y Descanso”, que es un lema que siempre me cautivó por lo evidente. Precisamente.

La pobre Rosina (no sé por qué siempre escribimos “la pobre Rosina”) se vuelve a su tierra a educar a los pobres españoles a golpe de vídeo y de mediateca. Heinz Berggruen ha muerto mayor, como es debido, con un currículum de galerista y de coleccionista excepcional y ha dejado algo mucho mejor en Berlín para educar a los pobres europeos a golpe de Picasso, Matisse y creo recordar que un juan gris, pequeño. Pero a Carlos Barral el alcalde de su pueblo de adopción, Calafell, le ha inaugurado hoy en su antigua casa, ahora propiedad municipal, un triste museo de pueblo con unos cuantos cuadros. Que, la verdad, no hacía ninguna falta.

El “Capitán Argüello”, el memorable barco de Barral, yacía no hace mucho en un pretendido centro de restauración ¿naval? del puerto de Tarragona, bastante cerca de mi casa. El pobre Capitán estaba a la intemperie, destrozado. No quise arrancarle ni un pedazo para tener junto a esta pantalla porque los souvenirs necrológicos ya son demasiados. Y porque prefiero mantener intacta, por lo menos, la memoria literaria, cosa que a los cabrones de los alcaldes de pueblo les da hasta asco. Sic transit.

QUANDO CORPUS MORIETUR



Solemos manejar la edición que Carlos Barral hizo de Versión celeste, el excelso poemario de Juan Larrea, en 1970. Y digo “solemos” porque la tenemos cerca (a sesenta centímetros aprox. de esta pantalla) y acudimos a ella muy frecuentemente porque nos reconforta, nos sigue seduciendo y también porque, a veces, nos da la razón. Dicho sea todo esto con una cierta humildad.

Leemos, claro está, los poemas, en el francés original, y también leemos sus traducciones, las magníficas traducciones del propio Larrea, de Barral, de Gerardo Diego y de Luis Felipe Vivanco. Las traducciones de Gerardo Diego son excepcionales. Pasa por el poema casi sin rozarlo y parece, de verdad, que lo haya escrito él. Gerardo Diego era también un gran poeta. Pero hacía años que no leíamos el segundo de los prólogos, el de Vivanco, poeta que nunca nos llamó demasiado la atención, lo que son las cosas, pero que esta noche nos ha sorprendido. Ignorantes, quizás, de su obra, o malpensados o quien sabe si temerosos de leer más allá de nuestras narices. De leer algo más de lo que ya habíamos leído.

Los dos versos finales de Sin confines, el último poema de Versión celeste, dicen:

Ya no puede uno perderse lo imposible
Se torna paso a paso inevitable
.

Y Vivanco no es que apostille sino que redondea, que comenta espléndidamente: “Perderse es lo propio del poeta, y no poder perderse le confiere a la poesía su dimensión mística”. ¡Madre de Dios!: ¡la salida del laberinto!. Y lo digo en serio. Décadas enteras acobardado por el “sin luz y a oscuras viviendo”, por ese “cepo inagotable” de Larrea, por esa estrechez de miras de manual y lo tenía al alcance de la mano ¡y subrayado por mí mismo en 1970!.

Por no poder perderme, pero sobre todo por ignorar esa “dimensión mística” que ahora me parece tan útil, he cometido, durante tantos años, pecado de soberbia. Carlos Barral, si lo hubiera conocido, me habría recomendado un gin tonic. Vivanco me habría dicho que tenía que tener menos prejuicios y Gerardo Diego que tenía que leer más. Pues como si los hubiera conocido: un gin tonic, el Sans limites de Larrea y a no tener tan en cuenta el pasado (“mes pieds sont au dehors de la nuit”).

jueves, 22 de febrero de 2007

STABAT MATER



Pues sí. Que hay gente que todavía piensa que es una desgracia que a ARCO, o a otras ferias, se vaya a comprar y a vender. Entonces, ¿para qué sirven las bienales y los espacios alternativos (aunque a veces la alternancia sea sólo un adorno) o los centros de arte?. Repetimos.

Nosotros ya no tenemos ninguna galería ni somos pintores ni críticos ni asesoramos a nadie (¡faltaría más!) ni siquiera tenemos doce mil euros a mano para comprarnos esa fotografía que tanto nos gustaba o ese dibujito con el que nos encantaría convivir. Tenemos amigos que sí, que son pintores (o músicos o performers), que son galeristas (o que lo fueron o que quizás lo volverán a ser), que dirigen museos, que asesoran colecciones, que tasan, que subastan, que pinchan y que cortan. Para todos ellos, queridos o no, van nuestras lágrimas (más frecuentes de lo debido), nuestro verbo vespertino, algo cansado, y, la mayor parte de las veces, nuestros mejores deseos. Nos lean o no.

O sea que nos gustó que a ARCO se fuera a vender, porque si no, ¿a qué?. Lo que nos siguió sin gustar, lo que nos pone los pelos de punta, es el jodido escalafón, la arbitraria distribución de los espacios en función de los gustos y las estrategias funcionariales del Comité, que no lo forman ni todos los que están ni, desde luego, todos los que son. Que Marlborough o la Pace estén nada más entrar, tiene un pase. Que Carles Taché o Soledad Lorenzo o Juana de Aizpuru tengan buenas esquinas, también pasa. Que Elvira Mignoni esté al lado de Bernd Klüser o Fúcares junto a Lelong pues parece que es casi lógico. Más o menos. Pero que te condenen al pasillo “E”, al “J” o incluso al “I” (repasad, repasad el plano) parece una venganza. Es como lo que ocurría antiguamente en el Pabellón de Cristal (¡menudo nombre!), en la Casa de Campo. Allí era peor, sobre todo porque había que subir escaleras. La primera planta, los innovadores, la vanguardia. La intermedia, muy pequeña, el “establishment”, la pobre Juana Mordó, Marisa, de Ciento, Evelyn, de Aele, y, para dar relumbrón, Lucio Amelio, que se aburría mortalmente, y Leo Castelli que se reía mucho pero que no daba crédito (no es que no lo concediera, es que no se podía creer lo que estaba pasando). Y luego, en la tercera planta, “los otros”, los figurativos, los raros, los históricos y los de provincias (allí estuvimos nosotros unos cuantos años). Aunque allí se podían encontrar auténticas joyas, unos millares fastuosos a menos de un millón de pesetas (en 1987) o una serie de dibujos de Warhol desconocidos (nunca más los he vuelto a ver) al mismo precio, la unidad. Y grabados fantásticos y apuntes de Beuys que nadie miraba. Recuerdo con deleite (y no pienso recordar nada más) el espléndido stand que montó la galería Dieciséis de San Sebastián, que no sé si existe todavía, con los cuadros de Isabel Baquedano (¿1988?). Un stand monográfico, cosa que ahora es impensable, limpio, exquisito, sensacional.

Me está acompañando el “Stabat Mater” de Pergolesi, que me encanta (aunque mi amiga Nené diga que el mejor es el de Rossini), en una grabación bastante decente aunque no histórica. “Cuius animam gementem”, y no quiero parecer sacrílego, me siento. Porque en este calvario que hemos elegido hay por lo menos cinco movimientos hasta el “inflammatus et accensus” con el que parece que se acaba la cosa. Que se repite año tras año. Y que parece que no podamos vivir sin ello.

(Le dedico mi memoria amatoria a mi profundo amigo M.Q. que, seguramente, me estará escuchando).

miércoles, 21 de febrero de 2007

SEMANA SANTA



Nos dejamos muchas cosas en el tintero (¿en qué tintero?) en la presunta crónica de ARCO, pero el cansancio no es siempre buen consejero y la tarde del domingo, carnavalera pero profundamente silenciosa en mi barrio, no daba para más.

A toro pasado las cosas se ven (las vemos) de una forma parecida. ¿Por qué vamos a insistir en artistas y galerías, a ahondar en pasiones y odios (nunca es para tanto) y volver a visitar lo ya visitado?. Aunque estemos tentados, muy tentados, de hacer un poco de crónica social (¡esa bufanda asalmonada del señor Calvo Serraller!), nos guardamos las fotos para otra ocasión, para sacarlas a relucir cuando estén desprovistas de ese background gris y pasillil (de pasillo gris) y nos sirvan para ilustrar cualquier ocurrencia del devenir de la temporada. Pues aunque parece que todo ha terminado (consummatus est) después de la Feria, la gente se guarda alguna traca final (o prefinal) y ya se empieza a no estilar eso de colocar a dos artistas desconocidos en el mes de mayo o sacar de los almacenes el fondo de galería para llenar junio y julio.

Dos referencias bibliográficas que nos han parecido importantes para conservar de esa semana, tan santa como la que más: El artículo De la buena cópula de Javier Rubio Nomblot, que nos gusta tanto como escribe, en “ABCD” del sábado pasado. Aunque comienza y acaba un tanto confusamente hablando de las dos ferias, ARCO y ART MADRID, como de dos cónyuges, que copulan pero que deben probar “por el otro lado”, sic (se hace la picha un lío), dice cosas muy interesantes (“la competencia y la diversidad nos enriquecen a todos”), hace un recuento algo parecido al nuestro de hace unos días y da un toque de atención final (“aquí faltan galerías españolas de alto nivel que, por las razones que sean, no están en ARCO…”) y clava la puya, muy certeramente: “…y sobran marchantes y anticuarios”. A todo esto, suponemos que la señora Fernández sabrá de qué feria se está hablando (¿se habrá enterado ya?).

La segunda se trata de un error, que de tan difundido no lo parece. En la estupenda bitácora Libro de Notas, de la que somos asiduos visitantes y fervientes admiradores, aparece hoy la reseña de la entrada de uno de sus colaboradores en su propio blog, Roger Colom, que también nos gusta mucho como escribe pero que hoy se equivoca: “(ARCO) interesa que sea algo más que una feria comercial” y “no estaría mal que se produjera un cambio en cuanto al aspecto educativo que este tipo de ferias pueden potenciar…”). Ha costado mucho (sudor, bastante, lágrimas, unas pocas y sangre, demasiada) consolidar la Feria como un evento comercial, dar a entender a la gente que las galerías, empresas privadas, se gastan los cuartos en promocionar a “sus” artistas enseñándolos en sus sedes, llevándolos a las ferias, incluyéndolos en exposiciones o publicando catálogos porque es eso en lo que creen, aunque tengan una trayectoria histórica, o historicista, o historiadora. Pero siempre con su dinero. Y lo que tienen que hacer es vender para promocionar. Ya está. Lo otro, lo educativo, lo proveedor, es cosa de las instituciones, de los centros de arte y de las bibliotecas. Que hay miles. Del Estado, de los Gobiernos Autónomos, de los Ayuntamientos o de las Universidades. Pero nunca de unas empresas privadas que ya tienen bastante con distinguir los polvos de los lodos, dicho sea sin ánimo de ofender: ni a los lodos ni, desde luego, a los polvos.

domingo, 18 de febrero de 2007

FUN FAIR




Aunque realmente se trata de una “trade fair” y no de un “fair ground”, pero estuvimos en ARCO, bastante fun, más de lo que esperábamos y, desde luego, fair.

Estuvimos el sábado, durante casi ocho horas, como los estudiantes de Bellas Artes y los buenos matrimonios burgueses madrileños, algunas pandillas de provincias, menos que otras veces, y, por supuesto, ningún famoso. Ni Carmen Posadas ni las Koplovitch ni Carla Goyanes, que esas van otro día, o no van.

Entramos por el pabellón 7, “el clásico”, como hemos oído llamarlo por ahí, porque así lo habíamos previsto. Y fue un acierto. Antonio Machón, nada más entrar, en su repetitivo y previsible stand (él tiene una “caseta”), enseñaba un jordi teixidor grande pero un tanto “manqué”, con lo que nos gusta Teixidor porque es de los abstractos españoles de la sección de “no torturados” que siempre tiene algo que contar. Y elegantemente. En fin. Además, un antón patiño desdibujado y sin interés alguno.

Dando traspiés en la incómoda y espantosa moqueta gris de siempre, mal encolada también como siempre, llegamos a Altxerri, una estupenda galería, constante y seria, que colgaba seis espléndidos cuadros objetuales de Carmen Calvo, a la que adoramos, de pan de oro, y dos fotos intervenidas. Precioso y mejor que lo que ahora tiene Joan Prats en Barcelona u otra de las piezas que tenía en la Feria. Esa maraña de pelucas que ahora se gasta son un poco liosas. De todas formas, Carmen, te queremos.

Y entonces empezamos a ver cosas serias. E imponentes. Todos los espléndidos andré masson en Joan Gaspar, sobre todo un pastel y grafito sobre tela, gris, pequeño, espectacular, las esculturas-objeto-souvenir marinos de Kcho en Louis Carré, cerca de un bores precioso, ocre y amarillo, para llegar al stand en el que más disfrutamos de toda la Feria, el de la uruguaya Sur, con doce o trece torres garcía a cual mejor, y con un recoveco estupendo lleno de dibujos, acuarelas y notas y varios barradas de los que nos hubiéramos llevado todos. Y cada uno.

En el otro pasillo ya, y sin correr, una escultura magnífica de José Pedro Croft, por el que siempre hemos sentido debilidad, en Senda. Luego, en 1900-2000, vuelta al museo real, que no imaginario, con su despliegue habitual, pero espléndido, de Dubuffet, Max Ernst (uno pequeñísimo, precioso), más Masson (una acuarela muy bonita), el Picabia más coleccionable que hemos visto nunca (para un “boudoir”, no para un museo), Óscar Domínguez y varios “cadavres exquis” que hemos leído que había comprado (dos o tres) el Estado para el MNCARS. Ventas había. No muchas pero había. Pero nosotros hubiéramos comprado el masson y el picabia y ahora no estaríamos escribiendo: estaríamos arrobados, un poco inquietos pero seguros de nosotros mismos. Si compráramos para el Estado no es que mirásemos con lupa, que lo haríamos, sino que esperaríamos quedarnos igualmente arrobados aunque no lo pudiéramos colgar en casa. Y seríamos implacables. Y exquisitos (¿un museo como un boudoir? ¿por qué no?).

Elvira Mignoni colgaba un esteban vicente amarillo y azul muy bonito, los de Bernd Klüser, al lado, varios dibujos de Beuys fuertes y llenos de encanto y casi enfrente el espectacular espacio de Jan Krugier y Oriol, museo puro, con, sobre todo, el mejor cuadro de la Feria, un nicholas de staël esplendoroso, grande, no muy caro (dos milones de euros) y que no estaba vendido. Ese dinero es el que disponía el Estado para el MNCARS (creo que compraron más de treinta cosas), y, además, Nicholas de Staël no cabe, así, solo, en el Reina Sofía, por ejemplo, pero ese cuadro, y ya que ha venido hasta aquí, merecería haberse quedado. Mi memoria amatoria (cada vez más fiel) va a guardarlo esperemos que para siempre.

Entonces nos cansamos de enumerar. Empezamos a correr, vamos. De Carles Taché no nos gustó nada, ni él, la Marlborough siempre se copia a sí misma (nos parece el mismo stand desde hace veinte años), la celebrada Pacewildestein (vuelta al redil), con tàpies muy bonitos pero sosa (aunque espléndidamente sosa, claro), Guillermo de Osma con cosas preciosas pero vistas (y anotadas) muy a vuela pluma, que ya empezábamos a estar cansados, y luego un abrazo a Adolfo Sobrino que tenía una pieza estupenda de Sergi Aguilar en su SCQ, un paseo por las revistas y una pausa corta.

La tarde no vamos a contarla porque fue cansina, con sorpresas pero un poco buscando la pieza concreta, la galería concreta, sin dejarnos sorprender en una esquina, que es lo bonito. El mejor stand, con mucho, el de la madrileña Vacío 9, que nos recomendó edu comelles, tan perspicaz, el más anodino el de Joan Prats, que lo tenía casi todo vendido, y el más incomprensible el de la Lisson, al que íbamos con entusiasmo (demasiado, se ve). Aunque en general había buenas piezas y mejores intenciones (Fúcares, Windsor, Dels Angels). La pieza que hubiéramos comprado (ni preguntamos el precio), una fotografía de Frank Thiel en Helga de Alvear, aunque la señora nos ponga más que nerviosos. Y lo peor, el montaje de la Feria (el eterno mal montaje de IFEMA, la improvisación), el ruido, el olor (¿por qué tiene que seguir oliendo a frito, a plancha de sandwich mixto mal fregada?), las casetas institucionales, que no tienen ningún sentido y ese ruedo de pequeños espacios para los “Proyectos” que parecen almacenes abandonados (lo son, algunos) y que dan una sensación de pobreza enorme. De pobreza-pobreza.

Si me dan un stand enfrente de una de las cafeterías o en una de esas esquinas mal iluminadas, tenebrosas, con un mostrador con cuatro azafatas antipáticas que se hacen un lío con las bolsas, me enfado de verdad. Pero ya no estamos en eso, ni lo volveremos a estar. Además, veintiún años después, ARCO sigue un poco como siempre: el galerista cansado (con una cocacola encima de los catálogos), el galerista nervioso (todavía no ha cubierto gastos) o el galerista indiferente (le da igual el dinero o ya ha vendido lo justo). Pero ni una sonrisa. El único que tenía flores en la mesa era Álvaro Alcázar, el antiguo Metta, unas rosas blancas bastante bonitas. Los demás seguían serios, con cara de aburridos, no muy bien vestidos, bebiendo cocacola, excitados, sobre todo, porque ya no pueden fumar. Dentro.

jueves, 15 de febrero de 2007

VICENTE VERDU SE EQUIVOCA



Complicada ha aparecido hoy una columna de Vicente Verdú en “El País”, complicada, indecisa (eso nos ha parecido) y embutida en la sección de “Sociedad”, en la página 39 de la edición de hoy. La ha titulado “La vida alrededor del pop” y habla de la exposición que la Fundación Juan March de Madrid ha montado del pintor Roy Lichtenstein al que se empeña, desde el principio, en alinear con Warhol.

Bueno, eso no es grave (en los manuales aparece así y no pasa nada) pero la cosa se empieza a complicar cuando afirma, con una rotundidad nos parece que poco meditada, que “el expresionismo abstracto que le precedía” (al Pop) “poseía unas ínfulas metafísicas que reclamaban concentración”. A ver. El Expresionismo Abstracto aparece, por así decirlo, antes que el Pop (se gestan ambos, como todo el mundo sabe, en las galerías de Nueva York, en tres galerías), pero convivieron, lo que también es un decir, más de una década. Son movimientos, estéticas, formas de entender los cuadros (de cuadros se trataba, al fin y al cabo) opuestas pero coetáneas, completamente. Luego, eso de las ínfulas me parece una grosería. Las bromitas sobre Pollock o sobre De Kooning están muy pasadas de moda, incluso en Europa, y resumir el Expresionismo Abstracto diciendo que tenía ínfulas y, además, metafísicas, es una barbaridad.

¿A que no lo dice de Tàpies, a que no se mete con su religiosidad (pictórica) ni reclama para él “concentración”, como hace con los americanos?. ¿A que no se atreve con Fontana, ni con ningún abstracto europeo?. Ni siquiera con ninguno de los que ahora nos parecen puramente decorativos, porque lo son.

Luego se complica (se equivoca) al escribir que el Pop “tras su estampa banal no guardaba ninguna artimaña, no latía ningún secreto”. Supongo que V.V. habrá visto cuadros de Warhol y no sólo serigrafías o, lo que es peor, sus reproducciones. Supongo que habrá visto que están “pintados”, que hay “artimaña”, factura, trazo, incluso materia y no sólo color y mancha plana.

Al final de la columna, para rematar la faena, el señor Verdú, que siempre nos gustó bastante cómo escribía, y que lo seguirá haciendo, justifica su perorata, su confusa perorata, al hablar del Real Madrid (“un equipo malísimo que no tiene nada tras su imagen banal”) y de De Juana, “que es como el pop, un terrorista sin más allá que su imagen terrorista”). ¿A qué viene, columnista?. La velocidad, el tocino, el Pop Art, el fútbol y el terrorismo nos darían un cóctel imposible o, por lo menos, imbebible.

Mal se levantó ayer el señor Verdú (o mal se acostó). Durante la semana de ARCO la gente, nosostros mismos, nos vemos obligados a decir nuestra frase “de actualidad” con el trasfondo del arte contemporáneo. Y la verdad es que no hace ninguna falta.

martes, 13 de febrero de 2007

LE SALON DES REFUSES



Entre el 15 y el 19 de febrero se celebra en Madrid, coincidiendo con ARCO, la feria ART MADRID (ambas con mayúsculas) y en el antiguo recinto arquero, el llamado pomposamente Pabellón de Cristal de la Casa de Campo, el entrañable pabellón 10.

La nueva directora de ARCO, Lourdes Fernández, se preguntaba, ingenuamente, el jueves pasado en EL PAIS.com, “¿pero de qué ferias estamos hablando?” (sic), como si no conociera más que la suya. Que seguramente es así.

No importa. La cuestión es que IFEMA, tan listos, han organizado un salón paralelo (en fechas) para las galerías “del otro arte”, para la figuración, para el siglo XIX (más o menos) pero, sobre todo, para los refusés, los rechazados, que no malditos.

El comité de ARCO ha cambiado muy poco en todos estos años. Sigue teniendo el mismo color, un olor semejante (entre alcanfor, mandarina y barniz de retoques) y se le quiere, a toda costa, dar empaque. Nacional e internacional. Lourdes Fernández dice casi lo mismo que decía Rosina Gómez-Baeza durante tropecientos años, Miguel Marcos, por ejemplo, está en el comité desde hace setecientos mil (se va, vuelve, repite), se está celebrando la asistencia (no recuerdo si vino a Madrid alguna vez) de la Pace Wildenstein, de Nueva York, también por ejemplo, y de momento, sobre el papel (o en la red) poco más. Rosina era encantadora, muy profesional y supongo que, además, lo pasó mal muchas veces. De Miguel Marcos no tengo nada que decir (¡Dios nos libre!), pero aparte de que ARCO coincida con el Carnaval, que ya es coincidir, y uno de sus días estrella casi siempre con San Valentín, poca cosa más. Mucho pero triste. O eso nos parece.

De todas formas íbamos a hablar de los refusés de l’autre salon y se nos ha desatado la lengua y se nos han enredado los dedos en el teclado. Simplemente lamento, en singular, que gente estupenda como Vicente, de Val i 30, los Bennassar, los murcianos de Clave o Lina Davidov, que es una profesional como la copa de un pino y que tiene una galería preciosa en el boulevard Saint Germain, sigan pasando frío en el pabellón 10. Que seguramente no será por gusto.

domingo, 11 de febrero de 2007

VINCULOS



Nos está costando mucho establecer nuestra lista de vínculos, que hemos apellidado próximos porque una cierta redundancia no les iba a venir mal. Pero ni así.

Hemos empezado por el final, por nosotros mismos y nuestros amigos y familiares, lo que no supone ninguna novedad sino la gentileza y la costumbre habituales. Pero al repasar, mentalmente, las revistas, galerías, museos, fundaciones y bibliotecas de arte contemporáneo, nos han asaltado todo tipo de dudas. Y ahí seguimos. Más que dudas una cierta incomodidad, un extraño y exacerbado espíritu crítico, ese pudor raro, almizclado, demasiado aromatizado (de tanto olerlo), que nos ha marcado la semana desde el principio. Una sola revista, de momento, Art Notes, de la que nos encontramos próximos y no precisamente por casualidad. Otra, Parachute, que nos gustaba mucho, ha publicado el pasado mes de enero su última entrega después de 125 números. Pero, bien pensado, la vamos a incluir porque mantiene una dirección de correo para el soporte (moral o financiero), las ideas o, a lo peor, los mensajes de despedida. Lo que son las cosas.

Con otras revistas españolas no hemos podido. Y por nada en especial. Ni la de Rosa Olivares, ni la de Fernando Huici, ni la Revista de Occidente, que ni falta que le hace, ni otras dispersas. ¡Qué le vamos a hacer!.

Con las galerías han empezado los problemas serios. Antonio Machón me cae mal, Fernando Silió es demasiado serio, y tampoco lo conocemos tanto, Helga de Alvear me da miedo, Evelyn Botella, que sí que nos cae bien, muy bien, tiene una página que no es casi nada, Elba Benítez o Pepe Cobo son estupendos pero nos quedan un poco lejos, las Moriarty es como si no estuvieran, Rafael Ortiz parece que se lo monte solo, como Ferran Cano, como los Leyendecker, Miguel Marcos no parece nada (nunca sé muy bien dónde está su galería) y los otros catalanes o no son muy simpáticos o no tienen demasiado que decir. O sea que sigo echando de menos, mucho, a los que ya no están y con los que a lo mejor tuve algo que ver (bueno o malo): Chiqui y Mercedes Buades, Manolo Montenegro, las Alençon, Fernando Vijande, Juana Mordó y las dos Esperanzas, Francisco Farreras, de la Maegth de Barcelona, o Evelio Gayubo. Y la soltura, la amabilidad y el buen oficio de todos ellos.

Con los museos tres cuartos de lo mismo. ¿Qué vamos a hacer con los “picasso”, con los patios herrerianos, con los domus (¿domus, damus?), los malogrados y malhadados IVAM, MNCARS y otros con tantos buenos propósitos, tan buenos presupuestos y tanta cortedad de miras?.

En el Oficio de Jueves Santo se leía antiguamente la lamentación de Jeremías, con la cual acababan las de los tres días santos: “Sus contrarios se enseñorearon de ella:” (Jerusalén) “sus enemigos se enriquecieron, porque el Señor la condenó en castigo de sus muchas maldades…”. En castigo de las nuestras (con las que ni siquiera nos hemos enriquecido) la memoria nos ha hecho un corte de mangas y no nos deja aproximarnos más que a unos pocos. Rozarlos tan sólo.

viernes, 9 de febrero de 2007

ORIOL BOHIGAS, HERBERT MARCUSE Y ANTONI DE MORAGAS



Para demostrarnos, Nené, para seguirnos demostrando lo tremendos que fueron los años sesenta-setenta españoles (y catalanes), he buscado un poquito más allá, aunque no tanto, en mis anaqueles, cerquita, pues, del senyor Rubert de Ventós, y me he encontrado con un ejemplar, estupendo, de Oriol Bohigas. Se trata de la Polèmica d’arquitectura catalana, un “recull” de artículos periodísticos del arquitecto, publicado en 1970 por la mínima colección L’Escorpí de Edicions 62, y que compramos, seguramente Cristina y yo, en Cinc d’Oros (conserva la pestaña de la librería: “Llibres per a tots. Diagonal, 462, Barcelona-8").

Oriol Bohigas celebraba la lectura (la moda de la lectura, desde luego) de Marcuse en ese momento pero lamentaba que hubiera provocado “desorientaciones” y promovido “las indispensables interpretaciones banales”, traducimos.

Y aquí la perla. El arquitecto y prohombre Antoni de Moragas, que lamentamos no conocer, publicó entonces (¿en “El Correo Catalán”?), su opinión al respecto de las nuevas formas y de las nuevas literaturas (y no nos ha hecho falta traducir): “Siempre he sentido una profunda repugnancia hacia la frivolidad en todas sus formas, desde su aspecto erótico hasta cierta arquitectura que se ve por ahí, más propia de personas inclinadas a las drogas y al amor libre que de gentes honestas, normales y corrientes”. ¿Le horrorizaban los edificios Trade? ¿Tenía pánico de la Fundació Miró? ¿Estaba encantado con el nuevo edificio de El Corte Inglés en la plaza de Cataluña, propio de personas normales y corrientes?

En fin. Que eran años tremendos (¡qué te voy a contar!).

He colgado una foto de Marcuse joven porque de mayor tiene un aspecto que no sé qué decirte.

jueves, 8 de febrero de 2007

DISENTELAGE / REEMBODIEMENT



¿Alguien se acuerda de El arte ensimismado de Xavier Rubert de Ventós? ¿A alguien le interesa el disentelage y el reembodiement de James Joyce o los fold-in y cut-up de Borroughs (“al estilo de Borroughs”)? ¿De la Escuela de Barcelona o del Bay Region Style de San Francisco? ¿Alguien ha vuelto a leer a Robbe-Grillet, o a Francis Ponge?

¡Eh! ¿Hay alguien ahí?

Si alguien me contesta que “ni falta que hace” me voy a enfadar de verdad. Aviso.

martes, 6 de febrero de 2007

THE WORLD OF INTERIORS



Mi amigo Nacho se queja de mi perorata sobre, y a lo mejor, contra, Lamazares. Entre Palazuelo y Lamazares, vamos. Se queja por teléfono, porque es de poco escribir. Dice que soy subjetivo (¿qué voy a ser, sino?) y que si alguien nos cae mal lo defenestramos.

A ver. No se trata, en absoluto, de preferencias personales, que ya no estamos para eso, sino de reflexiones al sesgo de lo que hemos visto, que ya va siendo bastante, de lo que hemos aprendido (que nunca es mucho) y, por supuesto, de lo que nos gusta. No de lo que "nos parece bien” sino de lo que nos gusta porque hemos aprendido a que nos guste. El gusto, desde luego, se forma, se construye, se edifica. Pero también se puede modificar.

Antón Lamazares es un buen pintor, desde luego, y no hace falta repasar su biografía para ver que le han hecho caso varias prestigiosas galerías, coleccionistas honestos, sobre todo españoles, y suponemos que alguna institución (¿tiene “la Caixa” un Lamazares?. No lo sé). Heredero de la mayoría de las abstracciones sobre todo europeas, de todos los “support surface”, los “dau al set”, incluso los “el paso” y listo, listo y rápido como una centella. Cuando muy joven (y bastante guapo y bien plantado) Juana Mordó y Elisabeth Franck le montaron un stand doble y espléndido en ARCO, creo que en 1984 (cuando le conocimos), todo Madrid se volvió loco. Enfant terrible, achulado, violento, colorista, art brut, joven y, sobre todo, español.

De todo eso ha quedado, después de tantos años, el paisaje. Han desaparecido los personajes, afortunadamente, las referencias excesivas a su tierra, Galicia, y han quedado sólo, tan sólo, los telones de fondo, amplias superficies muy bien pintadas, muy bonitas, pero vacuas. El paisaje sin figura, sin excusa, sin discurso y, si me apuras, sin paisaje.

Ignatius, el mundo de los interiores (amueblados, con las paredes cubiertas de cuadros amables) poco tiene que ver con la cultura. Nada. Los interiores no hay que explicarlos, hay que llenarlos de ideas.

UN NUEVO PUDOR, UNA PRUDENCIA INNATA



Nos aconseja que no hablemos del pasado más que lo justo. Pero la prudencia y la desmesura no son necesariamente antónimos sino primos cercanos.

El miércoles pasado estuvimos en el MACBA en una visita, digamos, escolar. Íbamos a ver (yo me encargaba de la “visita guiada”, lo que es un decir, y mucho), la exposición de Pablo Palazuelo. Que luego irá al Guggenheim. Íbamos a eso. A por Palazuelo. Las alumnas (pocas, cinco) se lo pasaron muy bien. Nosotros descubrimos cosas estupendas de los años cincuenta, que no conocíamos, pero volvimos a ver, ferozmente reunido, a un Palazuelo seténtico y ochéntico (ya con todas las referencias más que asumidas) muy decorativo, completamente decorativo, pero poco más. Así compilado, museado, cronológicamente distribuido y espléndidamente colgado se nos apareció como seguramente lo que es: “pure art décoratif, sans défaut”.

A lo que vamos, y CONSIGNA DE MADRUGADA: la exposición de Lamazares en la galería Álvaro Alcázar de Madrid, que no hemos visto y por lo que parece (por lo que nos cuentan) se menea entre el Art brut de origen y la “high decoration”, merece un lugar en ese Museo (en este Museo), en el que ahora las paredes se visten de luces para impresionar a los patronos. Y POCO MÁS.

Me lo estoy pasando estupendamente diciendo lo que me parece. ¿Para esto sirve un blog?.

lunes, 5 de febrero de 2007

UN EXTRAÑO PUDOR




Nos ha impedido atacar estas páginas que de intrépidas sólo pueden tener lo que nos permita el pudor y nos deje el cansancio.

De arte español, sobre todo, de ambos siglos, el XX, el nuestro, y el XXI, que se nos está escapando, vamos a hablar con menos regularidad, con menos imprecisión y con menos respeto de lo que, a lo mejor por suerte, estamos acostumbrados.

Porque nos lo susurramos (en la ducha, tras leer Babelia o ABCD, después de un desayuno tardío de sábado) y porque queremos decirlo en voz menos queda, más aquilatada, mejor. Porque no podemos decirlo en otros medios (aunque nos dejen).

Además de todo eso, y quizás sea la consigna del día (¿no la tenía Falange Española?, ¿por qué no nosotros?), no nos gusta, de corazón, Francisco Calvo Serraller. Nos pone nerviosos, nos enerva, nos descorazona, nos saca de quicio.

Así pues, consigna del día: NO NOS GUSTA FRANCISCO CALVO SERRALER. No nos gustan ni sus gafas, ni su castellano impostado (que no idiomático), ni su prepotencia, ni su curismo (que no curialismo), ni su pose, ni su odio cerval a la Dirección y Gestores del Museo del Prado.

No nos gusta su estilo.